jueves, 24 de abril de 2014

Mensajes olvidados

Entre mis cosas guardadas encontré mi viejo celular. Lo desempolvé y lo puse a cargar. Cuando lo prendí empecé a explorarlo como niño con juguete nuevo. Estaba fascinado de ver como podía vivir antes con tan poca tecnología. Abrí la carpeta de mensajes y vi que había algunos textos guardados de números que no conocía. Presioné la opción leer a uno de ellos y se me cayó la mandíbula de ver que eran de K. Al mismo instante voté el celular por un lado y me fui algo alterado.

Al día siguiente, ya más calmado, volví a coger mi viejo teléfono. Tome un suspiro y abrí esos mensajes olvidados en el tiempo. “¿Mañana tienes tiempo para vernos?” decía uno. Recordé algo acongojado de lo mucho que solíamos salir a pasear. Íbamos al cine, a comer, a tomar unos tragos, a latear hasta altas horas de la noche… Habíamos compartido varios momentos bajo el ridículo titulo de una amistad, pero no voy a negar que había algo en K y la forma curiosa con la que aparentaba un vago interés en mí que nadie podía negar.

“¿Cómo estas, ya mejor?” decía otro texto. Y es que una vez me enfermé y creó que tuve que cancelar una “cita” (así era como K le llamaba a nuestras constantes salidas). Por ello me escribió y luego llamó a preguntar como estaba y en medio de su humor mediocre trataba de que recuperara el ánimo. “¿Mi regalo?” reclamaba otro, pues que si era algo conchán con eso de los obsequios; lo ancho para K y lo angosto para mi. Joder.

“Acabo de llegar. JUM” leía en otro mensaje. A veces me daba risa el comportamiento infantil y algo amixer que tenía pese a su madura edad aun tenia algunas actitudes infantiles que resultaban algo adorables, más cuando se molestaba y llegaba tarde a casa por mi culpa. “Ni más me voy en ese carro!!”

En medio de tantos recuerdos, lo que más añoraba de nuestras citas, era lo mucho que solíamos hablar. Hecho que resultaba demasiado extraño para creyentes y exceptivos, y es que nadie entendía que podíamos tener en común para llevarnos tan bien si no éramos precisamente dos gotas de agua, pero mierda que hablábamos. A veces me llamaba en las noches y nos quedábamos hablando hasta la madrugada y por celular. Pobre, las cuentazas que le deben haber llegado.

Yo no sé como pasó, solo sabia que me sentía feliz y seguro a su lado. No había nadie más con quien la pasara bien, con quien conversara de la vida de mis gustos  disgustos. Sentía que podía hacer muchas cosas al contrario de ahora.

Circunstancias de la vida hicieron que nos separamos. Sé que en parte fue mi culpa, por alejarme, pero sobretodo por creer en su palabra. Fui ingenuo y eso me llevó a alejarme, no quería caer en las redes de su desinteresada y egoísta mente. Era demasiado absorbente estar a su lado. Sentía que me estaba perdiendo a mi mismo y que ya no iba a ser el mismo. Con el tiempo, y en contra de lo que sentía, mis temores internos me llevaron a perder lo poco que teníamos.

Leer los mensajes de K y recordar algunos buenos momentos me hizo sentir terrible. La garganta se me anudó, el ánimo se me cayó por los suelos y empecé a llorar. No sé porque me ponía así pese a que eso fue hace algunos años y ahora estoy saliendo con alguien más. Alguien que me quiere y me valora por lo que soy. Pero esas cicatrices aun arden cuando las descubro, pero que debo hacer? Porque honestamente no se si alguna ve me curare de ese recuerdo.




Acerca de Giancarlo
Soy un poliedro lleno de aristas, rincones, luces y sombras...
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