Muchas personas piensan que soy una persona sobrada, creída, malhumorada, maleducada y hasta arisca por las simples expresiones de mi rostro. Algunas personas se acercan a mí con miedo, mientras que otras, más relax, me sonríen y me hablan como si de viejos amigos se trataran. Sin embargo, ignoran que debajo de esa expresión seca y seria que ellos creen ver, se esconde una persona fresh, jodida y sobretodo burlona. Muchas veces el hecho de que no sonría es por el simple hecho de ser tímido. Si, créanlo. Por más irónico que suene, aun tengo algo de timidez.
Me miro al espejo y me jalo el rostro por todos los lados. Trato de sonreír pero la naturalidad en ella se ve alejada. Hago ejercicios de respiración pero la ansiedad no deja relajarme. –“Cambia esa cara de poto” – recuerdo que alguien me solía decir y hecho a reír por lo estúpido que resulta ese pensamiento. ¡Bien! Estas sonriendo, pero por una cojudez. ¿Eso te hace un cojudo más? No lo sé.
Todo el mundo dice que sonreír con frecuencia te cambiará la vida, mejorará tu salud, tu estado anímico, tu carisma, entre otras huevaditas más. Ese tema quizás les sirva a otros, pero a mí no. Sonreír simboliza otra cosa para mí. Es algo más personal, burlesco y hasta coqueto. Así que, ¿Por qué debes sonreír a una persona extraña que no sabes si volverás a verla en tu puta vida? ¿Para caerle bien? ¿Para que esforzarse por caerle bien a alguien si es tan fácil y más divertido caerle mal a los demás?
Un día tuve la oportunidad de conversar con alguien a quien recién conocía. Trate de mostrarme relax, accesible y sonriente. Aquella persona hablo por varios minutos y, honestamente, mi paciencia se iba esfumando. Ahora entiendo porque el pobre Kiko se estrazaba cuando el chavo hablaba y hablaba sin llegar a un punto. Aun así, tratas de sostener mi sonrisa. “Sí, claro, por supuesto, exactamente…” respondo ante cada enunciado mientras presiono los dientes para no mandarle al diablo. –“Mierda! Como habla tanto… ¿No le cansa la boca de tanto moverla?” – pienso.
Empiezo a imaginar mil y un maneras en las que, por casualidades de la vida, se ahogara con su saliva y dejara de hablar. Sin darme cuenta sonrío y aquella sonrisa me es devuelta. Claro, imagina que encuentras interesante su aburrido monologo del cual ni sabes de qué trata. Miras disimuladamente el reloj y ves que aun tienes un poco de tiempo más para estar ahí. Empiezo a mover el pie ansiosamente como si así fueras a causar un temblor para salir disparado.
La sala queda en silencio y me doy cuenta que no he estado prestando atención a lo que me decían. –“¿Estás bien?” – me pregunta aquella persona. La razón es obvia, las facciones de mi rostro han cambiado. Rápidamente niego con la cabeza. –“Sonríe mierda” – me digo a mi mismo y vuelvo a estirar las cansadas comisuras de los labios. Ves que tu compañía te sonríe a manera de respuesta y todo vuelve a la normalidad.
Quizás sonreír no resulte tan malo después de todo. Aun así, no le encuentro mucho sentido de andar siempre con una sonrisa por el mundo, pero hay que admitir que sonreír puede sacarte de apuros, hacer sentir mejor a los demás, crear armonía en tu entorno, entre otras huevaditas más.
miércoles, 8 de mayo de 2013
Sonríe mierda
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Acerca de Giancarlo
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