Dicen que las personas entran por un motivo a nuestras vidas. Nos ayudan a crecer, a desarrollarnos, a interactuar con el exterior, a madurar, a ser “mejores”. Es ahí en donde me pregunto ¿qué pasa con la gente que te hace daño? ¿Qué hay con ellos? No existe otra forma de aprender que la vida es una mierda; que conforme creces la vida se hace más difícil; que no importa cuanto te esfuerces, nunca será suficiente lo que hagas… No sabemos por qué conocernos a la gente que conocemos, no sabemos por qué tenemos que sufrir, ni mucho menos por qué a veces somos adictos a ese enfermo dolor. Sería perfecto si un sensor en nuestro interior nos ahorrara la molestia de toparnos con algunas lacras sociales.
Una lacra como mi reciente ex, de quien hasta hace poco conservaba algunos bellos recuerdos. Sin embargo, desde que me enteré –de la peor manera- que yo ya había sido remplazado en tiempo record, esa tristeza que albergaba y cargaba a todas partes; se convirtió en puro y básico odio. ¿Tan poco valgo como para no que tengan que guardarme luto? Antes, cuando una relación se acababa era difícil encontrar a alguien más que nos llene y cubra nuestras necesidades pero ahora parece que nadamos en una piscina humana y solo es cuestión que alguien pesque el anzuelo, ese maldito anzuelo que nos conducirá, en muchos casos, a una vida llena de dolor.
Estaba saliendo del cine con unas amistades cuando decidí entrar a navegar por el mar de redes sociales que cada día nos mantiene más conectados con los demás y dónde la privacidad se hace cada vez menor. Ahí, en ese mismo lugar en donde te conocí, estabas tú, coqueteando, ofreciéndote al mejor postor como una puta barata. “No hemos terminado, solo quiero que pienses en lo que hemos hablado”, sus palabras hacían eco en mi mente de aquella tarde en el parque en dónde me hiciste sentir peor que una zapatilla al dejarme pensando que yo era el problema cuando obviamente no era así.
Usurpando una identidad, descendía tu nivel y jugué tu juego. Entonces empezaste a soltar datos, fotografías y era más que obvio que eras tú. Propuse una cita, mi oferta llamó tu libidinosa atención. El plan era simple, aunque pudo ser complejo pero no contaba con todos los recursos. Yo me encontraba cerca de tu casa por lo que quedamos en la avenida principal. Pedí a mis amistades, me ayuden con mi plan y accedieron pero con cierto escepticismo. “Ya llegué dónde estas” le escribiste a mi falso perfil. Entonces salí a tu encuentro con mi contingente de amigos. Al verme, ni te inmutaste y al preguntarte qué era lo estabas haciendo solo respondiste “estoy yendo a la tienda a comprar”. Jamás pensé conocer a una persona más sin vergüenza y sínica. Traté de disimular mi fastidio por tus mentiras y atiné a sonreír y llevar la fiesta en paz como si nada pasara. Me despedí de ti, no sin antes decirte que ya tenía una respuesta a todo lo que habíamos hablado hacía unos días.
A penas caminé unos pasos y tú seguías escribiéndole a mi perfil falso preguntando dónde estaba y por qué me demoraba. ¿Era en serio? Así era como luego quería hablar conmigo para ver alguna solución a nuestros problemas de pareja ¿quedando, chapando y hasta –completamente seguro que- tirando con otro? ¿Por esa persona he estado gastando mis lágrimas? ¿Es esa la misma la que me dijo que yo era el hombre con el que quería pasar el resto de su vida? ¡Cuernos! O sea al final el problema en la relación no era yo, sino tú y tu falta compromiso en nuestra relación.
Ante todas las evidencias era obvio lo que tenía que hacer, no volver a verte jamás, aunque por dentro me doliera el orgullo y sintiera nostalgia por el falso cuento de hadas vivido. Pero tenía que ser fuerte y no dejar que en este libro inconcluso escribas una página más. Así que no acudí a la cita en la que veríamos nuestros problemas ¿Cuál era el punto? Al final ya la confianza se había ido al diablo y no importa lo que me dijeras yo ya no podía verte con los mismos ojos. Por mi bienestar emocional necesitaba no saber más de ti por lo que desaparecer de todo acceso a tu vida fue lo más conveniente, decisión que fue apoyada por todas las persona a las que les consulté el tema. Y bueno, desaparecer no era un problema para mí, ya que en lo que respecta a no dejar rastro soy experto.
[***]
Hoy quiero quiero perderme del todo, borrar las huellas que delatan mi piel. Quiero cambiarme este rostro que tengo para que nunca me reconozcas.
Que enfrente tuyo me desconozcas. Volverme invisible a tus ojos y así, enfrente de ti, contemplar tu derrota. Fuck you!
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