Una de las razones por las que decidí
estudiar comunicaciones es por su informalidad a la hora de vestir. No importa
lo que uses, sin llegar a extremos obviamente, desde un simple jean, un polo y
unas zapatillas estarán bien. Lógicamente, esta “regla”, aplica para aquellos
que están detrás de los reflectores, de caso contrario estas, de alguna forma,
frito.
Hasta acudir a las entrevistas en
los medios de comunicación no requiere que te produzcas tanto. Al parecer ellos
son tan relax como tú. Aun así, mi madre siempre me dice que es mejor prevenir
que lamentar. Ella me dice que debo usar un terno, ese que me compro para mi
fiesta de 18 años y nunca más lo volví a usar; le haga un nudo a mi corbata, el
cual aprendí gracias a varios tutoriales por internet; me dice que planche la clásica camisa
blanca de manga larga, esa que solo uso en bautizos; y lustres mis zapatos
negros, los cuales tienen una pequeña e imperceptible abertura en una esquina.
Como siempre me gusta dar la
contra todos esos consejos hago lo que mejor me parece. Cojo un pantalón de
vestir, una camisa sport manga larga, un pullover (por si acaso) y unos zapatos
algo elegantes. Mu madre levanta una ceja a manera de desaprobación, pero para mí
significa que estoy bien. Termino de ajustar algunos detalles: me peinas, me
echo un poco de perfume, alisto mi maleta y salgo hecho un cuero.
Al llegar al paradero, giro la
cabeza para estirarme y relajarme un poco por la incomoda y casi apretada ropa.
El bus llega y subo. Me cojo del pasamos al no encontrar asiento y trato de
relajarme. Minutos después un calor empieza a aturdirme. Desaflojo el cuello de
la camisa un poco, pero ni una gota de aire llega. Miro por todos lados y las
ventanas están cerradas. – “¿Que carajos tienen todos, acaso no sienten calor?
– pienso.
Varios minutos después consigo un
asiento. Abro despiadadamente la ventana para refrescarme. La persona que está
a mi costado mi mira con ganas de fulminarme pero a mí me resbala lo que piense
porque me muero de calor. Trato de acomodarme pero la ropa no es precisamente
sinónimo de comodidad. La camisa no me da mucha movilidad en los brazos, el pantalón
me ajusta en las rodillas y los zapatos torturan mis pies. Aun así, coloco mi
brazo en la ventana y me doy cuenta que la camisa esta mojada en esa parte
odiosa de la axila, mismo Christian Meier. –“Ese desodorante es una porquería”
– pienso.
El bus se detiene por el tráfico
y vuelvo a quedar sin aire. El motivo de tal desorden se debe a un maravilloso
policía. Mi cuerpo empieza a sudar como hielo descongelándose por todos lados
por la falta de aire. Abro un poco más la camisa pero no logro sentirme aliviado.
Es como si mi piel rechazara aquella fibra de formalidad. Saco un poco de papel
higiénico para secarme, pero se me acaba rápidamente y el sudor continúa
fluyendo.
Lentamente una gota de sudor
recorre mi cuello. Disimuladamente trato de limpiarlo y me doy cuenta que mi
camisa esta transpirada. –“ TMR!” – exclamo mentalmente. Ahora tu ropa esta
jodida. Comienzo a ponerme ansioso por salir de aquel carro o arrancarme la
piel si fuera posible. Mentalmente me acuerdo de la pobre madre del policía, por
tal atracadero. Entonces el bus avanza, vuelvo a tener aire y mi ansiedad se
calma. Esta vez el bus avanza más rápido y llego a mi destino.
Bajo del carro; camino y camino sin
encontrar la dirección deseada con aquellos incómodos zapatos que me matan los
pies. Pregunto a algunas personas quienes me mandan de un lado a otro como una
pelota de pin pon y, mientras camino, les mando a la mierda por no darme una
buena referencia. El sudor vuelve a mí y esta vez no tengo papel higiénico. Me
saco el pullover, me remangas la camisa y suelto un poco la correa del pantalón
y NADA. Es como si tu cuerpo llorara, literalmente, por someterlo a tan trágica
experiencia. –“¿De dónde mierda sale tanto liquido?”– me pregunto con la
miércoles revuelta.
Logro llegar a donde deseo y
vuelvo a acomodar todo a su sitio pero el puto sudor no deja de aflorar. Me
quedo parado un rato a esperar que se me pase, pero me siento hecho una
porquería. Nada de esto hubiera pasado si hubiera estado con ropa más cómoda y
fresca. Ahora estoy cansado, estresado y, sobretodo, transpirado. Todo lo que me había preparado para estar “presentable” se reducía a una imagen miserable
y desaliñada de mi mismo. Estas despeinado, tu camisa esta arrugada, el pantalón
ajado, los zapatos polvorientos y tienes hasta el poto sudado, pero… Al menos
llegaste a donde debías, ¿no?
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