"Soy periodista y no tengo amigos, tengo fuentes" dice una conocida
frase de un conocido periodista. Quizás sea cierto. La amistad en el
campo laboral no existe. sonreimos, acentamos y hasta damos una palmada
en la espalda. Todo para simular que somos seres bondadosos, llenos de
amor y alegría. Puede que en el fondo lo seamos pero cuando llega el
momento de luchar por tu vida, tus derechos y convicciones. Todas esas
sonrisas y buenas intenciones quedan atras y solo importa uno mismo.
¿Que pasa entonces con las personas que estudian juntas y luego salen al salvaje mundo? Puede que exista una excepcion aquí pero como toda excepción no es completamente verídica. Compartir tu vida con alguien ayuda a crear lazos. Lazos que dan un brillo de esperanza. Compartes tu vida, tus secretos, conocimientos, tiempo, sonrisas, entre otras cosas. Todo porque confías en tus amigos. Porque crees en ellos y ellos creen en ti.
“Todos para uno y uno para todos” parece ser el lema amical de ayer, hoy y siempre. Darse la mano es lo que los amigos hacen. Los trabajos en grupo nos enseñan eso. No importa si un miembro del grupo esta mal o no sabe que hacer. Nos apoyamos. Con buen o mal humor. Lo hacemos porque somo un grupo. Un lazo amical que se ha desarrollado entre nosotros hace que nuestro sistema de apoyo funcione para conseguir lo que buscamos: El éxito.
Puede que hoy estés en lo alto de tu profesión y yo en lo bajo de lo mía. Puede que comenzamos un mismo camino pero que ahora tengamos distintos rumbos. Pero lo que más duele de toda la situación es ser dejado atrás. El hecho que no tengas la experiencia necesaria no te hace menos capacitado y mucho menos amigo. ¿O acaso cuando necesitaste ayuda en tu vida, trabajos u otras cosas no estuve ahí? Para ayudar cuando no tenías tiempo, asi que sacrifique el mío para ayudarte a conseguir tus metas, tus sueños, sueños que una vez fueron míos también y que habíamos dicho que lo haríamos juntos en una trinidad sin importar religión, estatus, razas o distancias.
Puede que aun seamos amigos, que aun conversemos y riamos, pero la verdad es que duele. Duele ver que tus amigos, en quienes confiabas, te dejen atrás. Ellos avanzan con sus sueños, apoyandose entre ellos. Vociferándolo por todos lados. Bravo. Aplaudo su éxito. Un éxito que en parte también es mío y que duele ver que las horas, días, y semanas en que te quemaste las pestañas, te estresaste; pasaste tiempo investigando, analizando, escribiendo, no significaron nada. Y que todos los malos tragos que tuviste que tragar no sirvan de nada y aun así seas dejado atrás. Ni siquiera una pisca de consideración por preguntar si estabas disponible. Sabiendo que ahora estabas en uno de los peores momentos profesionales. El dolor por aquella desconsideración resulta insultante, me irrita y deprime.
Puede que esto te amargue hasta los huesos, pero quizás lo que más te amargue es ver que tus amigos ven lo que tú ves: Tu incompetencia. Es que los reconocimientos, ser el mejor en clase, y tus habilidades ¿no son suficientes? ¿Has pasado toda tu puta vida haciendo lo correcto para ahora no obtener nada? No es como si te hubieran dado la espalda completamente, pero entonces ¿por qué se siente como tal? Como si hubieran traicionado, burlado y desconsiderado toda confianza y apoyo que alguna vez diste. Y que ahora que no tienes una dirección, no te ayuden a encontrar tu camino. Estás abandonado, olvidado. ¡Mierda que duele! Pero lo que más duele y te irrita es ver que parte del logro de sus sueños, aquellos que una vez tuvieron todos juntos, se deba a que fuistes lo suficientemente cojudo para apoyarlos cuando te necesitaron.
viernes, 21 de febrero de 2014
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