Las bromas iban y venían. La noche parecía sacar nuestro mejor humor. Caminar a su lado me relajaba. Jamás me había sentido tan comodo con alquien antes. Existía algo entre los dos que no puedo decrifrar. ¿Química? No lo sé. Quizás sea otra cosa. Pensar en ello ya no me importaba mientras me sintiera cómodo. Caminamos con el humor que nos caracteriza. Entonces cogió un halls y lo puso en su boca. Lo saboreo lentamente. Provocándome. Las ganas de comer uno me invadieron. Ante mi pedido por uno, su descarada mano señalo su delicada boca. Ambos reímos. Parecía otra broma más de la noche, así que continuamos nuestro incierto camino.
Llegamos a una calle oscura. Su espíritu aventurero junto con su curiosidad hizo que se metiera en un pasaje vacío y más oscuro aun. Mi inocencia me llevo a ir tras su camino. Oí su dulce risa en medio de la oscuridad. Luego musito algo que no entendí. Seguí el sonido de su melodiosa voz hasta que estuvimos uno al frente del otro. Sonreí por lo infantil que resultaba su acto. Estábamos solos. Me miro fijamente por unos cortos segundos, al menos así parecía ya que todo era demasiado oscuro. Mi respiración extrañamente se empezó a alterar, mientras que mi corazón se aceleraba.
Caminó hacia mí. Posó sus manos en mi cintura, se puso frente a mí, invadiendo mi espacio personal, empujándome contra la pared, duro, rápido, recorriendo mi cuerpo con sus descaradas pero expertas manos. ¿Qué demonios? Estaba literalmente incrustándome contra aquel concreto utilizando su cuerpo. Santa mierda. Su cuerpo estaba rosando el mio. La sensación era excitante. Rápidamente, poso delicadamente sus labios sobre los míos. La sangre en mis venas pareció hervir. Mis sentidos no tenían sentido alguno. Su boca era mía y la mía suya. Era todo lo que importaba.
Sus manos se enredaron en mi cintura. Apretándola. Gimo en su boca, permitiéndole a su lengua entrar en mi boca y con ella el halls. ¡Oh mi Dios! Su lengua explora mi boca, toca tímidamente mi lengua y se enreda con ella. Mierda, jamás había experimentado algo tan sexy como eso. Sus manos acarician mi espalda haciendo temblar cada membrana de mi cuerpo. Definitivamente sabe lo que está haciendo. Mi boca se emociona por tener su lengua en la mía. Mis manos rodean su cuerpo y lo presionan contra el mío. Mi lengua se desespera y juega alocadamente con la suya.
Recostó todo su cuerpo sobre el mío. Sentir su ser sobre mi era como si estuviera recostado sobre las nubes. Estaba en el cielo del placer pero a la vez en el infierno de la lujuria. Se puso de pie frente a mí. La oscuridad de la noche no dejaba ver bien su rostro. Aun así claramente pude notar que su mirada se había vuelto oscura, siniestra. Aquella expresión me dio miedo. La noche dejaba ver lo sombría que era su alma. Advirtiéndome que tuviera cuidado, que me alejara lo más rápido posible pero no me importo. Dile a un hombre que no debe y lo querrá el doble. Obvie todas las advertencias, caí rendido ante la manzana del pecado y volví a besar sus deliciosos labios.
Nuestros labios parecían encajar perfectamente. Mi lengua, ansiosa, iba a todo, en una danza erótica que por momentos parecía abrumar a mi acompañante. “Vamos despacio” susurraba su melódica voz. Era como si quisiera saborear el momento lentamente. Pero mi mente y mi cuerpo no entendían de frenos querían quemarse, consumirse en aquella deliciosa hoguera. Mi piel se eriza de sentir sus manos recorriendo mi cuerpo. Me convierto en un ser preso de sus deseos más bajos. Lo primitivo que eran mis besos hacía que por momentos paráramos para tomar un poco de aire, para luego volver a ser presos de nuestros deseos.
Cuerpos calientes, dientes chocando, manos traviesas, su respiración por mi cuello. Todo era excitante. Me preguntaba ¿Por qué? Pero no lograba generar algún pensamiento claro o racional. Solo entendía que me necesitaba, por algún motivo, y nunca me había sentido tan deseado y codiciado. Era un momento oscuro, sensual y alarmante, todo al mismo tiempo. Nos movemos y apoyo su cuerpo contra el otro extremo de la pared. Esta vez yo taladro su cuerpo contra el concreto. Sus manos bajan por mi cintura masajeando, apretando cada fibra de su travieso recorrido.
Mis labios bajan por su cuello. Beso con el mismo fervor que besaba su boca. Gime. Mis manos presionan sus pechos. Levanto la mirada y noto que se muerde los labios. Vuelvo a besarle. Quiero volver a tener su miel en mis labios. Nuestras lenguas se entrelazan, la pasión y el calor estallan entre nosotros. El halls se ha derretido por completo, por lo que ahora puedo probar el sabor real de su ser. Doy un lengüetazo para recorrer su boca e impregnarme de su gusto. Tiene un sabor divino, caliente, sexy y su olor, oh mierda su delicioso olor, gel de baño con rastros de su perfume favorito. Es tan delicioso y excitante aquel momento.
Nos separamos. Cada uno en un extremo de aquel oscuro pasaje. Nos miramos con una sonrisa de lujuria. Nuestra respiración es agitada. El corazón me late a mil. Me siento exhausto pero trato de recobrar fuerzas. Lentamente se acerca a mí. Puso sus manos en mis mejillas y me besa. Profundamente. Poseyendo mi boca. Sus manos aprietan mi rostro como si me quisieran encadenar a su boca y sus caderas me restringen la salida. Gimo contra sus labios. Se enciende más. Esto es lo que le gusta. Esto es en lo que es tan hábil.
Amo todo su ser. Amo su pasión, el efecto que tengo sobre su persona. Somos el uno para el otro. Su aliento me devuelve a la vida. Todo dentro de mí se enciende y mis manos están en su cabello, sujetándolo firmemente. Sus manos juguetean por la parte baja de mi cintura y siento que voy a explotar. Le beso con desesperación como diciendo “también te deseo” de la única forma en que puedo hacerlo. Su cintura empieza a moverse contra la mía y yo sigo con su danza. Entonces gruñe, moviéndome para que este a horcajadas sobre su cuerpo. Soy toda sensación, disfrutando cada presión, cada fricción, cada empuje. El ritmo se acelera, presionando más rápido… más fuerte… Mi cuerpo entero se mueve a su ritmo. Puedo sentir mis piernas poniéndose rígidas y mi interior temblando y acelerándose.
Enredando mis piernas alrededor de su cintura, le abrazo de la única forma en que puedo mientras se queda mirándome, sus oscuros ojos brillan, apasionados y posesivos. Empieza a moverse, a moverse de verdad. Esto no es hacer el amor, va más allá de lo físico. Deseo su cuerpo clavado contra el mío y morir ahogado en su gemidos. Es tan crudo, tan carnal, me excita tanto. Me deleito con su poder, su lujuria apaga la mía. Se mueve con facilidad, disfrutándome, sus labios están un poco abiertos mientras su respiración se acelera. Somos dos cuerpos sincronizados. Gira sus caderas de lado a lado y la sensación es exquisita.
Se echa hacia atrás, soltándose de mi y me mira, sus ojos entrecerrados, brillando y llenos de lujuria. Me analiza detenidamente. Le sonrío. Su boca esta ligeramente abierta, su respiración interrumpida, forzada, su lengua entre sus dientes. Luce tan… caliente… Tentativamente, me acerco, paso los dedos por su cabello, y le robo otro beso. Le gusta. Me gusta. “Vamos a otro lado” murmura sin dejar de saborear mi boca. Santa mierda. Quiere sexo. Respondo besándole el cuello, apretando su delicado y tibio trasero y pegando su entrepierna a la mía. Mi erección está a la orden del día. Nos movemos juntos…. Subo hasta su boca y gruño contra ella... Somos bocas y lenguas húmedas, gemidos, cabello desarreglado y caderas en movimiento. Toda sensación… consumiéndolo todo otra vez.
La bulla de la gente transitando nos distrajo. Estábamos casi uno encima del otro. Despeinados, transpirados, agitados; con los pantalones algo flojos. Nos separamos para acomodarnos. La sonrisa en mi rostro era muy obvia a pesar de lo oscura que era a noche. Me miró y sonrió dándose cuenta de su hazaña. Éramos dos adolescentes traviesos que se habían dejado llevar por la lujuria del momento y habían estado a punto de tener sexo en público.
Salí primero de aquel pasaje y camine lento, terminando de acomodarme el cabello. Me sentía nervioso pero feliz. Sentía la mirada juzgándome de algunas personas que pasaban por ahí. Era como si hubieran presenciado lo que habíamos hecho en la oscuridad. Algunos segundos después apareció detrás mio. Le mire. Se veía tan fresh y relax, como si hubiera estado leyendo un periódico. Qué injusto. ¿Es que no le afectaba lo que había sucedido? Me miró por el rabillo de su ojo y sonrió lujuriosamente con orgullo por nuestras travesuras cometidas.
Caminamos hacia el paradero. El nerviosismo no me permitió decirle nada. Aun no podía digerir lo que había pasado. ¿Era un sueño o es que en realidad nos habíamos besado? ¡Por los clavos de cristo! ¿Qué había pasado? La oscuridad de la noche saco nuestro lado primitivo y me fascinaba. Le mire por le rabillo del ojo y note que seguía sonriendo. Que tal descaro. ¿Es que no tenía ni una pizca de sangre en la cara? Una broma suya corto el hielo entre nosotros. Para cuando llegamos al paradero ya me sentía calmado y con ganas de volver a aquel oscuro pasaje. Resignado porque la noche había llegado a su fin, me despedí, para que luego se marchara con mis besos, mis sueños y mis deseos de más.
Ésta historia está basada en hecho reales del 9 de febrero de 2013 y fueron inspirados gracias a la novela de F.S.O.G. con la que encontré bastante similitud con mi historia que ya había sido publicada anteriormente. Solo que esta versión es más detallada, más explicita, más real. Resulto difícil de escribir no por la prosa, sino porque abrir aquel baul de emociones inocentes y perversas me afligió más de lo que habia pensado. Detallar lo que sucedió aquella noche todavía me pone la piel de gallina. Pero sobre todo me deprime porque confie en la persona equivocada. Aun hay cosas que no logro entender de aquella noche. La noche en que una ilusión, un corazón y un hombre fueron destrozados, pisoteados y burlados. Desde aquel entonces hay algo que no logro responderme y es que ¿Por qué elegimos personas que nos tratan como si no valiéramos nada y, a pesar de saberlo, seguimos amandolas?
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