martes, 2 de junio de 2015

Entonces todo lo que hice fue llorar

Nadie dice que es fácil tener una relación. Conocer a una persona implica compromiso, paciencia y sobre todo buen ánimo. Siempre hay altas y bajas en el camino. Uno espera poder sobrellevarlas así como pasan en las películas, pero la realidad de la vida es que, no importa lo que hagas, jamás será suficiente. 

Cuando te conocí pensaba que solo serías una persona más, un choque y fuga como se dice vulgarmente. El día que estuve esperándote en la esquina de tu casa no pensaba nada más que en mí. No buscaba nada más que un rato de distracción ante mi estrés laboral. No quería amistades, ni relaciones. No necesitábamos si quiera nombres solo un espacio de diversión.

Todo cambió cuando abriste la puerta de tu vida y me dejaste entrar ese día. Aún recuerdo literalmente lo que me dijiste esa noche “Contigo ya no quiero conocer a nadie más. Eres la persona con la que quiero pasar mi vida”. Yo quedé en shock y seguidamente procedí a besarte. No sé que habrás visto en mí en ese momento para pensar todo eso pero despertaste algo en mí. A las semanas sentí que lo que decías podía materializarse, que tú eras la persona elegida que había estado buscando desde hace tiempo. “Lo sueños sí se vuelven realidad”, pensé. Desde entonces siempre lo tuve presente: Tu eras la persona con la que quiero pasar el resto de mi vida.

Es cierto, cada uno tiene su propio carácter, pensamientos, sentimientos y emociones. No hay libro que nos enseñe a ciencia cierta a cómo lidiar con los demás, porque cada uno de nosotros somos único. La única herramienta que tenemos para lograr avanzar y alcanzar la comprensión, es el tiempo. Tiempo es todo lo que necesito, sé que no soy fácil pero tú tampoco lo eres. Tiempo para conocernos más, adecuarnos a nuestros horarios, costumbres y defectos. No pido que los entiendas todos pero sí que respetes algunos y tengas paciencia en otros. Roma no se construyó en un día, dice un viejo refrán, y nuestra relación no es excepción a ella. 

El fin de semana que no nos vimos no fue fácil para mi y menos para ti. El no verte me preocupa y me entristece. No necesito un día entero o una tarde, con solo un par de minutos en los que pueda verte, sentirte, y decirte cuánto te amo, pero además que tú también puedas expresar tus sentimientos, lo que en realmente sientes. Pero cada vez que lo intentamos algo falla, normalmente soy yo, pero no puedes culparme por no conocer tus costumbres o tener tus manías. Una vez me dijiste que no necesitábamos ser iguales para lograr que lo nuestro avance. Oírte decir eso me hizo sentir mejor pero así como dices que yo pongo paredes tu también tienes las tuyas.

Era lunes y ya no aguantaba no saber de ti y desde ese momento supe que algo estaba mal. Pensé dos veces antes de decirte que nos veamos porque tenía ese sentimiento que esa podría ser la última vez que lo haga. Respiré profundamente y seguí el impulso del momento. “Quiero verte hoy. No Importa la hora”, tecleé. Al rato me llamaste, tu voz sonaba algo fría pero traté de ignorar eso. Acordamos vernos en la tarde y luego cortamos sin ningún “te quiero” de por medio.

Por la tarde llegaste cerca a mi casa y fuimos hasta un parque. Un silencio sepulcral se apoderó de nosotros. “Esto no es buena señal”, pensé. Para cuando decidiste romper el hielo fuiste directo al grano. “¿Qué quieres hablar conmigo?”, preguntaste. Respondí que quería verte, que estaba preocupado porque no sabía nada de ti pero a juzgar por tu rostro eso no parecía suficiente razón. Se me partió el alma de ver esa expresión de indiferencia. ¿Qué demonios había pasado si hace unos días estábamos bien?

Entonces comenzaste a hablar sobre tu fin de semana y lo relajado que había sido. “No me había sentido así desde hace tiempo”. Oírte decir eso me partió el corazón. Quedé helado. “¿Se había sentido tan bien sin mi?”, me pregunté. El pecho se me encogió pero traté se simular serenidad. Pero eso no fue todo, de ahí siguieron frases como me resulta estresante tener que andar haciendo tiempo para ti, mis proyectos se viene retrasando por darte preferencia, no entiendes mis necesidades… Yo quedé perplejo mientras oía el terrible monólogo de mis errores y falencias. No podía creer que esa persona que había dicho que quería pasar su vida conmigo ahora me decía esas horribles cosas. Era ver como mis peores miedos se materializaban delante de mí.

“Te amo”, “quédate”, “te quiero mucho”, “bebito lindo”, “soy feliz a tu lado”, “así será cuando vivamos juntos”, “si algo te pasara yo te cuidaría”; eran las únicas frases que venía a mi mente una y otra vez en ese momento y contrastaban con tus palabras punzocortantes, que por más que tratabas de disfrazarlas eran igual de letales. Sentí la necesidad de romper en llanto, abrazarte y pedirte perdón, pero ¿de qué tenía que pedir perdón exactamente? ¿De ser quien soy? Traté de controlarme y bajar los humores un poco pero era imposible razonar contigo en ese momento, ya que tú, egoístamente, ya habías tomado una decisión desde antes que llegaras a verme.

No sé si al final sentiste lástima por mí cuando me dijiste que no estábamos terminando, que querías que piense. Sin embargo, pediste que no te llamara ni escribiera. Ni siquiera que me pusiera triste. ¿Qué carajos? como no podía estar al borde un colapso nervioso si mi supuesto gran amor se estaba despidiendo de mí. “Tú hiciste lo mismo la semana pasada, así que no tienes por qué ponerte así” ¿Acaso de eso se trata? ¿Revancha? No entendía nada, mi cabeza estaba hecha literalmente mierda. No entendía si esto era el fin o era una pausa o ¿qué era? ¿Cómo puedes decirme que mejor conozca otras personas y vea como me siento? Si ya las conocí y con ninguna me sentí tan preparado que contigo.

Quedamos en silencio sepulcral por un buen rato y yo sostenía mi alma para no desmoronarme junto a ti. Miré la hora y ya era tarde. Te miré a ti y note tu fastidio pero no sabía si era por la situación o porque era tarde o porque ya tenías alergia de estar a mi lado. “Vamos” espeté suavemente. Tú accediste y nos fuimos del parque. Durante el camino empezaste a hablar pero yo no escuché nada de lo que decías en ese momento ya que empecé a no poder contenerme más y las lágrimas empezaron a brotar, mi respiración se empezó a agitarse y sentía cómo poco a poco iba desvaneciéndome.

Conforme íbamos llegando al paradero final, mis músculos empezaron a tensarse y tuve la necesidad de gritar y pedir ayuda. Necesitaba ayuda porque el amor de mi vida estaba punto de dejarme y no sabía que hacer para retenerte. Para cuando reaccioné, yo ya estaba sollozando y el mundo se me vino abajo. Te miré, te di la mano y solo dije “ te veo luego”, sabiendo que eso era mentira porque era un "adiós" disfrazado

[***]

Desde aquel lunes no dejo de llorar en la calle, en mi casa, en el trabajo, con mis amigos. Lo único que hago es llorar y llorar por haber perdido ese amor que, por más que digan lo contrario, creo que jamás volveré a encontrar. 




Acerca de Giancarlo
Soy un poliedro lleno de aristas, rincones, luces y sombras...
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