domingo, 15 de junio de 2014

El soltero de la fiesta

Una noche de sábado tenía una fiesta en una de esas discotecas pseudo ‘pitucas’  que hay en Barranco. Mis ánimos no estaban en su pico más alto pero igual quería hacer algo ya que era sábado, era de noche y no quería quedarme en casa viendo algún programete nacional y tomando un té como abuelo.

Me aliste con lo primero que encontré. Cogí unos jeans color camello, una camisa a cuadros roja con matices azules, unas zapatillas azul marino y una casaca jean para abrigarme de agudo frío. Ahora que lo pienso la combinación era un vómito light. Quizás porque estaba en contra del tiempo ese nauseabundo look no me pareció tan malo. Llené mi billetera con algunos soles y me fui al encuentro de mi amiga Nelly.

La reunión parecía solo albergar a nosotros dos junto a una amiga suya y su enamorado. El número par perfecto ya que resulta cómodo, fácil, exacto y no hay nada que quede sobrando. Sin embargo un cambio de ultimo minuto hizo que nuestros calcules se tuvieran que disgregar en esas horribles operaciones matemáticas. Y es que el enamorado de mi amiga amenazaba con venir. No es que me caiga mal ni nada, es todo lo contrario, ambos nos conocemos y todo esta fresh. El tema del problema no era él, era yo. Me sentía que estaba sobrando, que estaba de más, que mi presencia arruinaba la imagen de aquella casual cita doble. Lo peor fue que ese pensamiento no me abandonó por más que lo intenté.

Luego de que nos reuniéramos los cinco en el susodicho centro nocturno, nos adentramos en la jungla que representan las discotecas un sábado por la noche. Todo estaba oscuro, algunas luces cegadoras fastidiaban la vista, la música estaba con el volumen hasta por los cielos y la multitud que se había reunido en aquel lugar era desbordante. Empujando, pisando, punteando pasamos a través de aquella barrera humana que se movía excéntricamente al son de la música. Buscamos una mesa y nos ubicamos en ella. Pedimos algo de tomar y mientras esperábamos un momento incómodo me invadió.

Tanto Nelly como su amiga estaban encantadas bajo el hechizo de sus respectivas parejas. Cuchicheaban entre ellos y sonreían. Una caricia por un lado y por el otro un beso mesurado. Yo, quien por error me senté en medio de ambas parejas, me sentía un adorno sin sentido ni motivo que desentonaba con el cuadro que ahí se estaba dibujando. Miraba el techo, las luces, la gente bailando, la mesa, la cerveza, los vasos, mi celular… Lo peor de todo fue que después de explorar todo el local me di cuenta que todo el mundo estaba en parejas y el único marciano ahí era yo.

Nelly volteó y me dijo sonriente “¿vamos a bailar?”. Era como si hubiera escuchado mis patéticas reflexiones y se hubiera apiadado de mí. “Ok”. Respondí y me puse de pie para dirigirme a la pista de baila. Mi mente no dejaba de atormentarme con el pensamiento. Mire a mi alrededor y todo lo que veía eran parejas. ¿Era que yo era el único soltero de 24 años que quedaba? Ugh.

Quizás quedarse en casa viendo algún programete farandulero tomando un té como abuelo no era mala idea, pensé. Luego de algunas rondas de merengue y cansados de haber movido el esqueleto, regresamos a nuestros sitios. Ambas parejas conversaban y reían entre ellas, mientras que una racha de celos me invadió. Hasta ese momento no me había dado cuenta que yo también quería eso. Quería tener a alguien con quien salir, pasear, conversar, reír, chapar (besar), entre otras cositas.

Debo aclarar que estoy solo por voluntad propia, pero más que voluntad es dejadez. Desde mi época escolar he tenido pretendientes y flacas que me han gustado, pero mis expectativas y timidez, respectivamente, me convirtieron en un solitario empedernido. Una persona que poco a poco cayó en las redes del egocentrismo y la autosuficiencia. Pese a ello he tenido parejas, algunas más añoradas que otras, pero lamentablemente el carácter de mierda que tengo y mi complejo de caballo salvaje que necesita de su libertad para vivir, hicieron que yo mismo terminara aquellas efímeras relaciones.

Hasta este momento siempre había pensado que ser soltero era lo mejor que me podía haber pasado, sin embargo aquel incomodo momento traía abajo toda mi filosofía de vida. Y es que normalmente mis salidas entre amigos no incluyen a sus parejas por lo que es un todos contra todos tan divertido, relajado y cómodo que evita que piensas en tu propia y triste realidad. Quizás a mi edad sea el momento de cambiar un poco, de flexibilizar mis ideologías y erradicar otras, de ser tolerante con los defectos de los demás y de, por que no, derribar los muros de concreto que cubren mi corazón. Ante todo esto hay una pregunta que sale a colisión ¿aun hay posibilidad para mí? Aquella interrogante rondó mi cabeza y empezó a carcomer mis sesos hasta cuando salí de la discoteca y llegué a casa.

[***]
 
Hay que tener en cuenta que, a veces, para bailar se necesitan dos personas, pero existen piezas que también se pueden bailar por cuenta de uno mismo pero, ¿se vería bien? Quizás, si fueras un zombie y participes en el video de Billy Idol, sí xD





Acerca de Giancarlo
Soy un poliedro lleno de aristas, rincones, luces y sombras...
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