Además de ser competitiva, ambiciosa e inteligente, demostraba, interiormente, algunas debilidades, miedos e inseguridades pero esa
parte era opacada por su exterior apático, frío y sarcástico. Eso le permitía
no involucrarse mucho con nadie, y así nunca salir herida de nada.
El primer corte es el más profundo.
Como parte de los estudios de todo interno, estos son asignados a un especialista; deben rotar entre ellos para aprender las diferentes
especialidades que hay en medicina y, obviamente, dedicarse a una de ellas en
el futuro. En una de esas rondas, Cristina compartió un caso con el jefe de cardiología, Dr. Burke, quien
tenía un complejo de Dios y era tan egoísta que solo se preocupaba por sí
mismo.
No había ningún signo de empatía por ninguna parte. El Dr.
Burke era serio y directo en las órdenes que daba a sus internos. No bromeaba
o sonreía porque sabía que tenía que marcar una línea de distancia.
Aun así, el espíritu impetuoso de Cristina, el cual mostró desde un comienzo, lo había cautivado. La personalidad de Cristina le
parecía interesante, exquisita y quemaba su curiosidad por saber más de ella, pero ¿hasta
que punto?
Botón de autodestrucción.
Cristina empezó a perderse poco a poco en las redes confusas
del Dr. Burke. La admiración que sentía por él, empezó a transformar en algo
que le costaba entender y admitir. La confianza que empezó a emerger entre ambos los llevo
compartir indirectas y coqueteos, los cuales se hacían más y más seguidos, pero
siempre guardando un perfil bajo ante los demás, ya que en términos simples
ella era una interna (alumna) y él un especialista (maestro) y eso podía perjudicar
ambas carreras.
La ambición de Cristina por ser la mejor, hizo que pensara
fríamente y decidiera alejarse del Dr. Burke, quien no aceptaba un no por
respuesta e insistía en buscarla, verla y saber de ella. Tanta insistencia hizo
que Cristina se preguntara hasta que punto era bueno mantener esa “relación”.
Aun así, decidió mostrar su lado vulnerable y humano ya que, por alguna bizarra razón, confiaba en él sin importar cuán nocivo resultara todo eso.
Ganando una batalla, perdiendo una guerra.
Las salidas y los encuentros se hicieron frecuentes. Ante
los ojos ajenos era ya obvio lo que sucedía, aunque en realidad no había nada
definido porque Cristina odiaba las etiquetas y sobretodo saber que dependía de
alguien. Eso era un pensamiento aterrador para ella, quien amaba ser libre como
un ave para volar a donde quisiera. Sin embargo, esta “no definida relación”
resultaba interesante para ambas partes.
Sin dejar de lado ansias por ser una mejor doctora, Cristina
empezó a compartir más horarios de quirófano con el Dr. Burke quien, a pesar de
tener más confianza con Cristina, no mostraba una confianza plena en ella.
Esto hizo que Cristina empezara a desconfiar de él. Al volverse la desconfianza
mutua llevo a que todo terminara. No más horas en el quirófano, no más momentos
íntimos y sobretodo no más Dr. Burke.
Gracias por lo recuerdos.
Cristina era una triunfadora pero había perdido una guerra,
la cual se rehusaba a admitir. Odiaba la sensación vacía que le había quedado,
pero no era el hecho de quedarse sola lo que más odiaba, sino el hecho
que había cambiado por otra persona, lo cual no entendía en qué momento sucedió.
¿Qué hizo entonces? Tomo todos los conocimientos que obtuvo,
tanto a nivel profesional como personal, y los enfoco en ella misma. Cada
lección que el Dr. Burke le dio, fueron sus cimientos para dedicarse a la
especialidad de cardiología. Aquella que la llevo a experimentar muchas cosas. Quizás
todo lo que vivió con él influía, en un mínimo porcentaje, en su decisión, pero
esta vez estaba segura que lo hacía por ella y no iba a dejar que nadie vuelva
a quitarle esa parte de su esencia otra vez.
1 comentarios :
Saludos muy buen blog , te ánimo al intercambio de links
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