Aun no se como fue que algo tan normal cruzó la línea a lo obsesivo, compulsivo y hasta hacerme perder el control. Quizás tienen razón cuando dicen que lo que empieza jugando termina gustando. El problema es que este “gusto” es como esas bebidas energéticas. Te dan alas, te elevan, pero le hace daño al corazón. Lo grave es que lo sabes pero no importa.
A veces me pregunto ¿en qué momento llego a ser tan importante para mí? La verdad de todo es que a veces quien te alborota el alma, revuelve la sangre y desgasta tu corazón es con quien mejor lo pasas. No importa cuanto haya tratado de alejarme, me resulta difícil decirle no ¿Estoy enfermo por eso? Honestamente creo que si. No sé por qué cuando se trata de ti bajo la guardia y pierdo la razón.
Esta obsesión me hace daño, me rebana el corazón, me desintegra la mente; así que ¿Por qué seguirnos autodestruyéndonos? En el fondo todos somos sadomasoquistas que vivimos con un recuerdo asesino, que hiere certero pero no remata. Sería mucho más fácil si al pensarte sucedieras. Así calmarían todas estas ansias.
Me gustas hasta cuando te enojas y no me hablas por días. Eres mi desequilibrio favorito. Es curioso como el cerebro funciona desde que naces hasta que te enamoras. Vivo en un punto de la consciencia que siempre te piensa y te echa de menos. Es increíble como alguien, a pesar de que rompe tu corazón, sigues amándole con cada uno de los pedacitos.
Te has convertido en un vicio letal y difícil de dejar. Me gustas porque eres, porque existes. Porque me devolviste a la vida con un beso. Maldita sea estoy obsesionado contigo. Tienes todo para destrozarme la vida, lo supe desde el estremecimiento del primer beso y la tormenta de la primera pelea. Quisiera amarte menos, pero se me crece el corazón cada vez que lo intento, y te amo más.
Decidí amarte aun teniendo en cuenta el riesgo de que me hicieras daño. Te odio por haberme ilusionado y luego despedazado, pero, aun así, no quiero dejarte ir. Siento que me estás matando y me fascina. Quiero seguir volando por aquellas nubes hasta llegar a aquel arcoíris de felicidad plena que me haces sentir cuando estoy a tu lado. Lo confieso soy adicto a ti, a tus labios, a tus ojos, a tus manos, a tu cuerpo… a todo tu ser. Siempre fuiste y serás mi DEBILIDAD.
Ahora lo entiendo, hay amores que hacen más daño el aferrarse y mantenerlos vivos que dejarlos morir de una buena vez. Esos amores que son capaz hasta de matar, más cuando se convierten en vicios, adicciones. Y si algo tienen en común todas las adicciones es que estas nunca terminan bien. Porque llega un momento en que deja de hacerte sentir tan bien y empieza a hacerte daño. Aún así, dicen que no dejas el hábito hasta que tocas fondo. Pero ¿Cuándo sabes que estás allí? Porque no importa cuanto daño algo nos esté haciendo a veces dejarlo ir duele todavía más.
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