Siempre me he preguntado si es que soy un buen hijo. Las mamás siempre destacan las cualidades y bondades de sus hijos así no las tengan porque para una madre no hay hijo malo, así que pedirle a mi mamá una opinión objetiva sobre ello es difícil. A pesar de que no siempre sigo lo que ella me dice, siempre he tratado -a mi modo- de complacerla y buscar que se sienta orgullosa de mi. Es en este punto, y dadas las circunstancias actuales, que me preguntaba si es que estaba haciendo las cosas bien, pero no sólo por ella sino también por mi. De alguna forma buscaba que alguien me diga que soy mal hijo, para buscar una solución a mi papel y mejorar pero cómo podía hacerlo si no sabía cuál era mi error, aparte de nacer y con eso no había solución “factible”.
Desde pequeño imaginaba cómo sería tener un hermano (no es que no los tenga sólo que jamás he crecido con ellos), vivir con él, crecer, reír y llorar juntos. En un sueño perfecto, ambos pasaríamos lo mismo, nos llevaríamos súper bien y nos cuidaríamos el uno del otro. Hasta mi adolescencia lo más cercano a tener ese vínculo era con mi sobrino Paolo, quien me lleva tres años menos y creció a mi lado hasta los ocho años. Si bien discutíamos la mayor parte del tiempo, ya sea porque no jugábamos a lo él quería o no le prestaba mis juguetes, cuando llegábamos a un buen entendimiento la pasábamos súper bien en medio de risas. Sin embargo, ahora puedo decir que tengo un hermano que se ajusta a ese sueño que tenía, pero ahora surge otra interrogante ¿soy yo un buen hermano mayor? ¿soy digno de merecer su cariño? Me he preocupado por buscar una amplia experiencia laboral y universitaria que jamás me preocupé por prepararme para ser un hermano mayor ni un modelo a seguir. Es por eso que constantemente cuestiono lo que digo o hago con aquel pequeño porque tengo miedo de perderlo ahora que ya me robó el corazón.
A mis 19 años imaginaba que terminará sólo, que jamás encontraría el amor. Una mala experiencia me hizo dar cuenta como en un minuto el mundo puede ser tan cruel y jugar con los sentimientos de los demás. ¿Era eso o es que yo era el problema? Por ello preferí enrollarme con “amores pasajeros”, si no hay sentimientos no hay forma de salir dañado, ¿no? Al menos así pensaba hasta hace unos años en lo que volví a tener fe en el mundo pero este, fiel a su estilo y como recordatorio de quien en verdad es, me volvió a dar una patada en el culo y así el refrán de “El burro no patea dos veces” quedó obsoleto para mi. Con dos llamados de atención, volví a las mañas pero siempre estaba esa pregunta presente cada vez que conocía a alguien: ¿será la indicada? Siento que me preguntaba muchas cosa en el amor; quizás sea ese debate, con pinceladas de inseguridad, lo que en algunas ocasiones generó malestar en mis relaciones. En lo que respecta a esta materia siento que soy torpe como un bebé que recién aprende a caminar y que necesita ayuda para ponerse de pie cada que se cae (y vaya que son varias veces). Aunque si bien ahora tengo un gran apoyo emocional todavía me pregunto ¿alguna vez se cansará de mi?
En estas últimas semanas me he reconectado con algunos de mis amigos, en especial con Johanna, una de mis mejores amigas de colegio. Debo confesar que soy muy descuidado con mis amistades, no suelo ser constante y tampoco dejo entrar nuevas personas en mi vida así de fácil. Nunca me molestó eso hasta ahora en que sentí el desinterés de Julio, compañero con quien había conversado algunas veces y tenía interés de forjar una amistad porque había visto algunas similitudes. Probar una cucharada de lo que a veces hago resultó amargo. ¿Por qué una persona puede ser tan cerrada? En mi experiencia puedo decir que es porque oculta algo, no le caes bien, es introvertida o simplemente es una mierda de persona. Este último punto está empezando a cobrar fuerza en estos días. ¿Debo reformular mis intereses amicales? Tal vez sí. Respecto a mi amistad con Johanna, me siento feliz de poder volver a tenerla presente en mi vida pese a que no soy un buen amigo, pero luego de pensar y maquinar las cosas, me di cuenta que esto se debe gracias a Sergio. Él es como el pegamento que sostiene mi actual reconexión, pero ¿qué pasará el día en que Dios no quiera ya no esté? Yo sé que mi amistad con Johanna es de años pero últimamente no me había sentido tan sincronizado y transparente con ella que temía volver a alejarnos. Es lo que me lleva a pensar que debo de cambiar de actitud pero ¿cómo? Si cada vez que intento de hacerlo una personita en mi interior disfrazada de miedo me arrastra a volver a ser lo que era: una mierda de amigo.
Si existe algo o alguien con quien tengo miles de preguntas sin resolver es conmigo mismo. A veces me pregunto ¿qué hay de malo en mi? La lista es larga. Siento que tengo más defectos que virtudes pero ¿por qué no hago nada para cambiar? Tal vez es la flojera y el conformismo que me atan a fantasmas y costumbres tontas. Siento que quiero desaparecer un tiempo, alejarme de todo y todos hasta resolver el enigma de quién en verdad soy, qué quiero y hacia dónde me dirijo. Tengo tantas ganas de tener la mente clara y poder vivir en paz pero no sé por dónde empezar… Hasta que sepa quien en realmente soy y a dónde voy, mírame y dime ¿qué es lo que ves?
[***]
0 comentarios :
Publicar un comentario