martes, 9 de agosto de 2016

Brotherhood

Estaba sentado en el sillón de mi sala mirando el suelo, apretando los puños y balanceandome suavemente. Los nervios se apoderaban de mi conforme pasaban los minutos. Veía a mis padres conversando y bromeando con normalidad sobre los días que seguirían a partir de hoy, mientras que yo por dentro estaba con ganas de salir corriendo, desaparecer y que me olviden. Me sentía como un niño vulnerable e inexperto que por primera vez salía al mundo. Entonces  una llamada entrante a mi móvil interrumpió mis pensamientos y una voz gruesa pero amigable me decía "sal, estoy afuera".

Unos días antes de mi viaje a Piura mi padre llegó a mi casa para entregarme unos presentes y notificarme sobre el itinerario que había ideado para los siguientes cinco días. Ante ello no me vi más que en la obligación de aceptar su interesante oferta, aunque una parte de mí prefería huir de aquel lugar porque tenía miedo de aquel hombre que era mi padre pero que a la vez era un completo desconocido para mi.

El día del viaje alisté todo lo que me faltaba durante la mañana y por la noche procuré mentalizarme que todo iría bien. No sé a qué le podía tener miedo más: a conocer a mi padre y decepcionarme más de él o a que me me conozca y me rechace por ello. Cuando sonó mi móvil sabía que la hora de la verdad había llegado. Salí al encuentro de mi padre y en mi trayecto no pidía de dejar de sentir miedo de irme de viaje con él por cinco días. La duración del viaje retumbaba con una música siniestra de fondo. Dios cinco días parecían eternos y la idea de que mi padre y yo no encontraramos un punto de empatía me aterraba. Llegué a la puerta, coloqué la llave y la abrí sin saber cuál era el destino que me deparaba la vida.

Llegué al carro en donde se encontraba mi padre y su familia. El miedo no se alejaba de mi ai igual que mis padres tampoco. Todos empezaron a saludarse y en medio de ello un chiquillo flacucho salió de la camioneta. Parecía algo desorientado, quizás habría estado durmiendo, pensé. Mientras se acomodaba la casaca me acerqué a él y atiné a darle la mano pero el extraño joven me respondió con un abrazo, a lo que no pude negarme y respondí de igual forma. Por alguna razón no me sentí tan extraño con eso, al contrario me gustó que mi recién conocido hermano hiciera, redujo un poco la tensión que tenía en mí. Subí al auto a acomodarme, no sin antes darle un fuerte abrazo a mi madre. En ese momento aguanté las lágrimas para no llorar porque sentía como si me despidiera para siempre a emprender una nueva e incierta vida, dejando atrás todo lo que conocía.

El viaje duró casi un día, en él conversé un poco con mi padre, algo su esposa y casi nada con mi hermano. A mi siempre me ha costado entabar conversación con las personas, más si no las conozco. Es por ello que me esforcé por entablar conversación, si bien no me salió como esperaba tampoco me fue tan mal. Las 16 horas de viaje se me hicieron eternas, más porque por momentos no me sentía en la plena confianza de expresarme. Para cuando llegamos a nuestro destino, la idea de encerrarme en el cuarto, si quiera esa noche, era necesario. Necesitaba procesar todo lo que estaba pasando y a la vez descanzar el cuerpo. Aunque llegando a la casa de mi hasta ahora desconocida abuela, lo primero que suscitó la atención de los residentes era mi persona (con lo mucho que desteto ser el centro de atención). Por ahí escuché a alguien decir "quien es ese blanquiñoso" haciendo alución a mi tez. Esbozando una sonrisa saludé a los presentes, quienes por cierto parecían interminables y pasé a dejar mis maletas al cuarto que habían acondicionado para mi, y la familia de mi padre. Grande fue la sorpresa al ver que compartiríamos habitación como si estuvieramos en una fraternidad o algo parecido y más aún me sorprendió el hecho de compartir cama con mi hermano como si fueramos dos niños. Resté importancia a ello, guardé mis maletas y me fui a comer.

Tras cenar un delicioso ceviche con una exquisita pariuela, opté por descansar y apelé al cansancio del viaje para ello. Minutos después me siguíó mi hermano, quien con temor se acercó a mi y se recostó a mi costado. Le pregunté cómo se encontraba como para que se sintiera en confianza de hablar y funcionó. Sin darnos cuenta estabamos conversando hablando sobre el viaje, ña familia, de nosotros y de como mi padre era un loquillo al volante. Conversamos un poco más y luego nos fuimos a dormir. No sé en qué momento mi padre habría ingresado a la habitación junto a su esposa a dormir porque cuando me levanté en la madrugada todo estaba oscuro, ya nadie hacía bulla y mi hermano me estaba abrazando mientras al parecer tenía un mal sueño. Jamás había experimentado esa experiencia de tener a alguien que busca en mi protección y cariño y más aún sin conocerme. Hasta ese instante nunca me había sentido en la responsabilidad de cuidar de alguien más que a mi, y más aún siendo mi hermano menor que acababa de conocer. Ese momento me pareció tan tierno que no quise interrumpirlo y procuré volver a dormir.

Desde la mañana siguiente y hasta el último día en el que me quedé en Piura, mi hermano y yo no nos separamos. Andabamos por todos lados como siameses, conversando de nuestras vidas, de mi padre y de lo maravilloso que había sido conocernos. Será como una vez me dijeron "la sangre llama" y la nuestra era demasiado compatible. Nos entediamos en niveles que desconocía. Era fácil hablar con aquel joven, quien pese a tener la mitad de mi edad, era demasiado maduro para algunas cosas e ingenuo para otras. Pese a tener 13 años, aún mantenía esa dulzura y simpatía de niño que hacía ganarse el corazón de cualquiera que lo conociera.

En esos días me pregunté cómo es que no nos cnocismos antes, pensé en cómo me hubiera gustado que mi hermano hubiera formado parte de mi vida desde su nacimiento; crecer, llorar, reir, vivir juntos. Ese pequeño me robó el corazón con su ternura y calidez humana. Tal vez si él hubiera estado en mi vida, yo no hubiera sido la persona atormendata que soy ahora. Tener a una persona como él en mi vida que era un hermano, un amigo, un cómplice, un confidente era lo que siempre buscaba para no sentirme tan solo e incomprendido en este mundo.

Hasta antes del viaje sólo me había dedicado a cuestionar a mi padre por sus errores y desaciertos del pasado. Me había puesto a pensar en lo terrible que podría ser viajar con él y en las mil y una formas en que ello podría salir mal, que no pensé en la oportunidad de iniciar una historia yfortalecer los vínculos con el último de sus hijos, quien no tenía por qué cargar con los pecados de su padre. Debo reconocer que mi papá me sorprendió en varios aspectos, pero en otros se mantuvo fiel a la imagen que ya tenía sobre él. Si bien no logré una reconciliación con él ni pude ganar un padre, gané algo más valioso: un maraviolloso hermano.

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Acerca de Giancarlo
Soy un poliedro lleno de aristas, rincones, luces y sombras...
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