Enterarme que esas prácticas fujimontesinistas (hasta apristas) estaban volviendo a tomar forma me sorprendió e indignó. ¿A dónde se quiere llegar con todo esto?, pensé. Rápidamente, voceros, ministros, y otros altos funcionarios del nacionalismo salieron a pronunciarse con el fin de negar todo tipo de irregularidad suscitada en la actual administración (qué les queda). Este fue uno de los temas que comentábamos en la oficina cuando nos enteramos que, sin ir muy lejos de nuestros escritorios, el escándalo del espionaje también nos había salpicado un poco.
Fue una tarde de verano cuando me dijeron “Nos están espiando las máquinas”. Desde el momento en que esas palabras salieron de la boca de mi compañero quedé paralizado. Todo el mundo se detuvo. Aquella frase hacia un eco macabro en mi mente. Rápidamente recordé mis últimas conversaciones mediante mi correo que tuve con algunos compañeros, pero mientras más trataba de recordar más inquietante resultaba todo esto. ¿Hasta dónde han espiado? ¿Qué sabían exactamente? ¿Eso no es penado por la ley? ¿Debo denunciarlo? Fueron algunas de las interrogantes que giraban en mi mente. Entonces me dije a mi mismo "si me dicen algo negaré tajantemente como Ollanta Humala cualquier acusación en mi contra"
Bajo la premisa de querer mejorar la eficiencia en la oficina y disminuir errores fue que se ejecutó esta acción, de la cual aun no salgo de mi asombro. Es decir, entiendo que deban asegurarse que las computadoras son usadas correctamente, pero discrepo con el hecho de ver conversaciones privadas, intimas, personales o como quieran llamarlas. Puedo decir que mi margen de ocio es limitado a leer diarios, escuchar música en mis breaks, revisar mi Twitter y mandar mensajes vía email (los cuales son lo que más me preocupan); a diferencia de otros que abusan de la confianza que se le ha brindado y no le dan un buen uso a las computadoras. Es cierto, por uno pagan todos pero ¿era necesario llegar hasta el extremo de monitorear silenciosamente conversaciones de sus trabajadores y mantener una especie de registro de ello?
Político o no, por intereses o sin motivo; todos hemos sido victimas de alguna clase de reglaje. Gran parte de nuestra vida se encuentra en las redes, por lo que no es demasiado difícil que una persona inescrupulosa o curiosa nos espíe o, como mejor se le conoce, ‘stalkee’. Esto me lleva a la reflexión que no es bueno publicar todo en internet, es mejor mantener algo para nosotros mismos, en la tranquilidad de nuestra mente. Es cierto, tener nuestra vida pública representa un peligro. Un peligro incierto que puede causar mucho daño si proviene de la persona incorrecta.
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