Esto me hizo recordar que desde tiempos inmemorables, las manifestaciones han sido la única forma de hacer frente a los abusos de nuestros gobiernos, a la desigualdad y violencia que prolifera en nuestra sociedad y a la impunidad que se burla de nuestras leyes. Es así que un día una persona, una mente, una voz en el silencio, que, harta de vivir en la opresión y la injusticia; decide que es hora de decir basta de abusos. Basta de vernos como enemigos y atacarnos entre nosotros mismos, en vez de ayudarnos mutuamente a sobrevivir, a hacer nuestras vidas y la de nuestros prójimos la más feliz, cómoda y tranquila. Sino recordemos las grandes luchas por los derechos humanos como la de Martin Luther King, quien luchó por los derechos civiles en Estados Unidos, sobre todo de los ciudadanos negros; o la de Emmeline Pankhurst, quien pese a ser de la clase alta dedicó parte de su vida a luchar por el derecho al voto de las mujeres, sin distinción, en Reino Unido. Sin embargo, esos memorables actos se ven opacados por gobiernos y sociedades que hoy en día se siguen atacando y sacando la vuelta a las leyes para que los únicos beneficiaros sean uno mismo.
Hace poco me enteré que estuve compartiendo mi vida con otra memorable promotora de la igualdad de los derechos laborales y sociales, a quien llamaremos Miss XX. Ella, por todo lo antes mencionado, decidió tomar la posta, proactivamente, de luchar por sus derechos, y los de sus compañeros, en religioso anonimato, sin importar sacrificarse como un mártir sin tribuna de la historia peruana. Gracias a ella ahora sus colegas pueden gozar de ‘algunos’ derechos laborales que se les estaba negando por la avaricia e irresponsabilidad de su jefe, quien se jactaba de tener amistades en el gobierno de turno y aseguraba, descaradamente, que sus empleados vivían una situación laboral plena conforme a ley, para evitar ser multado e intervenido por los inspectores laborales del Ministerio de Trabajo, quienes fueron burlados vilmente más de una vez.
Pese a haber sido recibidos con varias puertas cerradas y engaños, eso no detuvo el coraje de Miss XX de pelear por sus ideales hasta materializarlos. Y vaya que lo hizo. Sin embargo, como es bien sabido, las historias, para que tengan un final feliz, tienen que antes tener un sacrificio, entregar una ofrenda al bien supremo para que se mantenga el balance cósmico. Como lo mencione en un inicio, nuestro singular personaje es una mártir sin tribuna de la historia de nuestro país, ya que el precio que pago por buscar un bienestar laboral fue con el sacrificio de su propio trabajo. Para cuando se descubrió quien había sido la mente maestra detrás de esta noble y justa revolución, se tomó acciones que terminaron con el despido calculado, armado y discutible de Miss XX.
Es cierto el dicho que dice “el que no llora, no mama”. Es por eso que todos debemos hacer valer nuestros derechos y no dejarnos pisotear por ninguna autoridad abusiva que busca aprovecharse de nuestra necesidad de trabajar para hacer chichirimico y medio con uno. Aún quedan muchas otras batallas por pelear como la ley de unión civil entre personas del mismo sexo, normativas que sancionen la violencia de género, mejores reformas laborales y políticas, entre otras. Por eso, no lo esperes más, toma la iniciativa y pelea por lo que es tuyo. Convierte la adversidad en poder y se una luchadora como Miss XX. Se un héroe de la historia, tu historia.
«Tengo deberes sagrados que cumplir y los cumpliré hasta quemar el último cartucho» - Francisco Bolognesi.
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