Es halloween bitch! Lo veo por todos lados: anuncios, internet, tv, radio… El clásico debate de que se debe celebrar comienza. ¿Música Criolla o halloween? Es difícil ignorar esta fecha, al margen de cuál celebres, ya que la publicidad de la misma es hostigante hasta el vomito. Como sea, el espíritu festivo me anima a salir y hacer algo. ¿Qué cosa? No sé. Solo deseo salir.
Ante la interminable lista de invitaciones de fiestas que prometían darme una noche escalofriantemente divertida, opte por algo menos aterrador. No porque tenga miedo, ya que me hubiera gustado disfrazarme de algo. ¿Qué cosa? Otra vez no sé. Pero eso de usar un disfraz que sabrá Dios cuantas personas sudorosas se lo habrán puesto me desanima y prefiero disfrazarme de mi mismo. Patético, lo sé.
Ignoro todas esas invitaciones para hacer planes con unos amigos para ir a una verbena. Habría orquesta, entraba libre –lástima que la barra no lo sea–, y algunas personas vendería algún engaño para el estomago. Mi horario para el día está organizado así que entro a internet para relajarme pero un mensaje cancelando todo me jode el día.
Después de mandar al diablo todo, pienso fríamente y decido cambiar mi mal humor haciendo otros planes de última hora. Mi escaso presupuesto me hace volver a ignorar las maravillosas y terroríficas invitaciones del día. Además ya era tarde como para conseguir los implementos necesarios. Encuentro una opción de diversión la cual vuelve a cancelarse.
Ya en mi cama, sin ánimos, con mi vieja pijama, que mas parecía mi disfraz de halloween, escucho las grandes fiestas que hacen mis, aun desconocidos, vecinos y muevo el pie al ritmo de la música para sentirme “en onda”. Se lo que eso significa. No hay necesidad de hacerme bullying.
Cojo el teléfono y navego por internet un rato. Continuo moviendo el pie, pero esta vez el ritmo se subió a la pierna. Si alguien me viera pareciera que tuviera algún desorden mental pero la música esta buena, y mi joven y hambriento espíritu fiestero quiere tomar posesión de mi. Decido distraerme fastidiando a mi “estamos saliendo para ver cómo nos va”, aunque curiosamente hace un huevo de tiempo que no salimos y si sigue así lo próximo que verá será a mí, de espalda, yéndome.
Mientras conversamos pongo algo de música para relajarme. El ambiente se torna en un cursi cliché de película. ¿Desde cuándo me volví tan cojudamente enamorado? El ánimo regresa. Cierro la conversación y cambio de estación radial. La música suena bien. Empiezo a moverme en mi cama como una trucha epiléptica fuera del agua. Río estúpidamente por la imagen en mi mente pero no me importa nada... Quizá no tenga mucho dinero, una gran fiesta o a mi “cuidadito con hacer travesuras” a mi lado pero mientras mantenga mi buen ánimo lo demás esta sobrevalorado.
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