viernes, 9 de febrero de 2018

De por vida

Nunca me ha gustado ir al médico porque cada que asisto nunca tiene noticias buenas para mi, los médicos, todos ellos distintos, siempre tiene un diagnóstico, una queja, algo que quieren corregir en mi. No sé si soy yo el que anda hasta las patas o es que de por si los médicos siempre buscan algo malo en uno para justificar el pago que se les hace.

Desde que tengo uso de razón he tenido problemas visuales; no puedo ver de lejos y así he crecido pensando que la vida era un monton de manchas difuminadas. Nunca nadie me preguntó como es que veía las cosas; claras, oscuras, borrosas... y tampoco me preocupé por consultar si mi visión física de la vida estaba bien. Me acostumbré a crecer con la poca visión que tenía. Me adapté a las distintas situaciones de alguna forma: no mirar películas con subtitulos, copiar las clases no de la pizarra sino de los cuadernos de mis compañeros, optar por clases dictadas más que por expuestas en papelografos, ver televisión de cerca cuando no haya mucha gente para que no me reprienda, etc. Y así fue hasta que llegó el terrible momento de usar lentes.

De alguna forma tuve que adaptar mi vida a usar gafas desde los 15 años y siempre eso ha sido un debo más que un quiero porque siempre he odiado usar lentes. Cuando tenía 17 años fui a una clínica a revisarme los ojos y ahí una doctora me recomendó operarme la vista para corregir mi alta miopía y desde ese momento me planteé que cuando tenga 25 años -edad en que de acuerdo a la doctora la visión se estabilizaba- iba a tener plata ahorrada, lo suficiente, para operarme los ojos y acabar con este calvario.

Los años pasaron, mi visión empeoró y con ello se fueron acortando las esperanzas de cumplir mi meta. A mis 21 años, un médico quedó inquieto tras revisar el estado de mis ojos. No se adelantó a lanzar alguna conjetura y sólo me mandó a sacarme más exámenes, pero su semblante indicaba que no era nada bueno lo que había visto en mis ojos. Luego me dio una medicina para los ojos la cual al revisar para qué era quedé sorprendido pero a la vez con más dudas en mi mente. Nadie me había dicho que tuviera algo malo hasta ese momento. Por razones económicas no seguí viendo a ese doctor porque en ese momento yo no trabajaba y dependía económicamente de mi mamá.

Algunos años después, ya con algo de independencia económica pero con gastos me volvía revisar la vista, esto con el fin de ver el estado de mis ojos y si todavía podía operarme, pero la doctora de ese momento me indicó que los nervios de mis ojos estaban inflamados y que tenía que llevar un tratamiento médico por ello. Será el dinero, la dejadez o el desprestigio hacia la clínica a la que fui que no hice nada al respecto. Fue así que la vida continuó, mi visión se siguió gastando aunque con el tiempo algo se estabilizó.

A finales del año pasado (2017) acudí nuevamente al médico para cambiar de lentes porque ya no veía bien con los que tenía y grande fue mi sorpresa cuando me dijeron que tenía una infección a los ojos. Ese fue el hilo de la madeja que me llevó a descubrir, más bien a confirmar, que mis ojos estaban perdiendo la visión por un problema. Luego de varios examenes y especialistas, me conformaron que tenía glaucoma crónico.

Algunos doctores me recomendaron ciertos cuidados y reorientar mi vida, mientras que otros me dijeron que podía llevar mi vida normal; aunque algo en lo que sí coincidieron era que esta enfermedad era incurable y tenía que seguir un tratamiento de por vida. Si bien no es algo tan fatal, sí es algo que me preocupa como el llegar a perder la visión a largo plazo por un descuido. Ahora me encuentro algo sicoseado, preocupado pero a la vez triste porque siento que una vez más la vida mató los sueños que alguna vez soñé.

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Acerca de Giancarlo
Soy un poliedro lleno de aristas, rincones, luces y sombras...
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