En las últimas semanas he tenido demasiados sueños que no me han dado la paz mental que buscaba. Aquellos sueños han sido –en su mayoría- con la misma persona: Mi ex. Con quien se podría decir que terminamos ni en buenos pero ni en malos términos. Un día yo tuve que irme de viaje-que aparentemente sería indefinido- y por consecuente tuve que terminar lo poco que habíamos formado. Sin embargo, debido a causas personales, regresé en un tiempo record de una semana para encontrar las cosas muy diferentes a como las dejé. Como sea, desde aquella vez que volví y conversamos, ambos –de manera desinteresada- nos alejamos y cada quien siguió con su vida. Confieso que ha habido oportunidades en que hemos hablado por celular pero nada más.
Los primeros sueños que tuve con Azul solo involucraban caminar, conversar, sonreír, estar recostado como dos osos perezosos… en general pasarla bien. En gran parte esos sueños eran recuerdos que había experimentado a su lado, ya que puedo decir que fui fugazmente feliz al estar en su compañía. Resulta raro que eso suceda porque yo soy bien parco y tengo una problemática para involucrarme muy seriamente en las relaciones que contaré en otra oportunidad. Pero mierda me sentía bien a su lado. Azul tenía un no sé qué, que desde la primera vez llamó mi atención e hizo que me involucrara más de lo deseado…
Una noche, en medio de mi inmaculado y apaciguado sueño una energía se apodero de mí, seduciéndome, tentándome a no dejar rienda suelta a mis sentidos. Con miedo empecé a saborear la sensación que se colocaba en mi paladar. El sabor peligroso que contenía lo hacia más excitante y algo perturbador, pero no me interesaba. Mi cuerpo se tensaba recostado en la cama, mis manos temblaban y mi rostro sudaba. Apretaba los dientes de impotencia. Un suspiro sale expulsado con dificultad desde mi pecho en medio de aquel suplicio. La sensación es tormentosamente agradable. Quiero más aunque me perturbe porque la segregación de endorfinas que estoy teniendo es riquísima.
Mi mente parece conectarse con la imagen que produce estas sensaciones. Así es que me encuentro yo sentado en la cama, Azul me mira con los ojos entrecerrados, como analizándome, pero más que analizar parece que fuera con perversión. Sus ojos lujuriosos empiezan a examinarme al detalle, y mientras lo hace se muerde el labio inferior. Su mirada me resulta perturbadora, siento que fuera un pedazo de carne en exhibición para un grupo de cavernícolas hambrientos. Su mirada se intensifica y es así que poco a poco Azul se empieza a despojar de su ropa. Primero se saca el polo, luego se desabrocha el pantalón y se queda en interiores. Yo saboreo la imagen que veo. Recuerdo que ese cuerpo fue mio alguna vez y en donde pinté una obra maestra con mi lengua, la cual pinceleó suave y cuidadosamente cada rincón de ese lienzo. Lienzo que estaba a grandes gritos pedía ser pintado de nuevo.
Azul se acerca a mí y yo termino de quitarle los pocos trapos que cubren su cuerpo. Mis manos delinean los contornos de su cuerpo. Estudiando el estado en el que se encuentra. Suspiro el olor de su cuerpo, el cual llega hasta mi cerebro y lo penetra, destrozándolo sin piedad. Siento como la piel se me eriza y mi respiración se agita. Su cuerpo desnudo es mi kriptonita roja. Mis deseos perversos afloran, transformando mi mirada en una muy descarada y oscura. Sonrió de pensar en las múltiples formas en que puedo transgredir su delicioso cuerpo y así llenarlo de “mi amor”.
Sacudo la cabeza para esclarecer mis pensamientos que siento como poco a poco se apoderan de mí haciendo preso de mis profanos instintos. Mis manos siguen bajando hasta llega a sus nalgas. Las apretó y las estrujo entre ambas. “Ahhh” oigo que suspira entrecortadamente en respuesta a mis actos, alentándome para que mis movimientos se vuelvan más bruscos, más animales. Aprieto los labios mientras disfruto de la música que sale desde lo profundo de su ser. En un acto de arrebato paso mi lengua por su estomago subiendo hasta su pecho en donde m quedo por un momento para jugar con sus pezones; saboreándolos, chupándolos, mordiéndolos.
Las manos de azul se enredan en mi cabeza, jugando con mi cabello, jalándolo con fuerza. El dolor que siento me excita más, me impulsa a querer consumir todo su ser. Siento como si en vez de tener sangre tuviera fuego por las venas, consumiendo todo mi cuerpo lentamente. Doy un par de palmadas a su redondo y delicado trasero. “Dale… dale…” me suplica su voz y yo ni corto ni perezoso obedezco sus ordenes y va una, dos, tres palmoteadas. El sonido que mi mano produce al impactar en su trasero es el más hermoso que he escuchado.
Presa de la excitación, Azul me empuja y yo caigo sobre la cama. Me quejo y pongo un puchero como un niño a quien le quitaron su juguete pese a que quiere seguir divirtiéndose. Ante mi expresión fastidiada por lo que había sucedido, Azul se sienta sobre mi y empieza a moverse descaradamente lento, para poco a poco ir acelerando, como si estuviera montando un caballo de carrera. Mi erección no se hace esperar y empieza a pitear por querer jugar en su parque de recreos.
Frunzo el ceño y abro la boca como una “O” mientras siento como su peso choca en mi regazo. “Dale que ya quiero metértela” le suplico. Sonríe perversamente ante mi pedido y baja del caballo en el que había estado delirando de placer para bajarme los pantalones de manera salvaje. En un dos por tres estoy desnudo ante sus ojos. Totalmente expuesto y dispuesto a someterme a lo que me quiera hacer. Cojo mi erección y juego con ella mientras le guiño el ojo. Azul sonríe y quita mis manos para poner las suyas sobre mi sexo.
Arriba y abajo, arriba y abajo, juega como si de un inflador de globos se tratara. Mi respiración se agita ante su despiadado acto. Entonces posa su boca en mi erección ocasionando que la respiración se me entrecorte, dificultando así que el aire ingrese a mis pulmones y empiece a hacer arcadas de ahogado. Es así que ahora entra en el escenario su traviesa lengua que explora aquella extremidad acumulada de mis profundas pasiones.
No puedo más, me siento en la cama, cojo su cuerpo y lo pongo boca abajo. Mis manos recorren sus cavidades y siento como su cuerpo se tensa. Me fascina ver como mi poder crea un cierto temor en Azul. Mis dedos se colocan cerca de su entrada, estimulándola para lo que se viene. Mi perversión me lleva a pasar la lengua por aquel lugar. Descaradamente uno de mis dedos entra en su cuerpo y veo como su cuerpo se arquea de dolor y satisfacción a la vez. Una sonrisa maléfica se dibuja en mí. Aquel dedo da giros en su cavidad para relajarlo y estimularlo más. Un segundo dedo entra y entonces oigo como gime y me suplica que pare.
Mis dedos se mueven con fuerza y tal brutalidad que hace que empiece a mojarse. Disfruto de aquel espectáculo que empieza a proyectarse en cámara lenta ante mis ojos. Pruebo un poco de su miel que se encuentra en mis dedos y es como probar el manjar de los dioses. Entonces vuelvo a coger su cuerpo, esta vez de la cintura y la siento sobre mi erección. Oigo unos quejidos de dolor pero el animal prehistórico en mi está despierto y ya nada me importa. Empiezo a dar embestidas con fuerza generando un “plash, plash” cuando nuestros cuerpo colisionan. Las manos de azul vuelven a jugar con mi cabello y su presión en él hace que acelere las embestidas. Como si supiera que el dolor me excita, jala más fuerte de mi cabello y yo por mi parte incremento el salvajismo en mis embestidas, haciéndola gemir. Santa mierda como gime. Me encanta la forma en que nuestros cuerpos conectan y la música que generan para mis exigentes oídos.
Saboreo su oreja, su cuello, su pecho, su lengua. Mis manos amasan su cuerpo lentamente. Aspiro profundamente su perfume y siento como si me hubieran devuelto el aliento de vida. En aquel momento somos solo dos cuerpos desnudos y acalorados que le sacan la vuelta a los problemas del mundo como solíamos hacerlo. Es entonces que me vengo dentro de su cuerpo. Oh que dulce sensación. Que maravilla. Definitivamente la mejor sensación que Dios pudo haber creado.
Caemos rendidos en la cama, acalorados, sudados y agitados. Cierro los ojos con fuerza y pongo mis dos manos en mi rostro como si tratara de evitar que me vaya a desmoronar. Estoy satisfecho, extasiado por lo que acabo de experimentar. Es entonces que el sonido del despertador me arranca brucamente de aquel paraiso eótico en el que me encuentro. Toscamente me despierto y noto que me encuentro completamente sudado, con una erección que grita por ser consumida y con el sin sabor de saber que solo se trataba de un sueño sexual.
[***]
Les juego una canción cuya letra -si entiendes inglés- te invita a ser esclavo de tus deseos.
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