Al estar desorientado normalmente se pregunta a alguien por informes. Esta persona que no te conoce tiene que mostrar una buena impresión, independientemente de los problemas que tenga, debe mostrar una sonrisa. Aunque no siempre es así. Muchas veces te contestan con una voz acusadora como si uno fuera un estúpido por no saber a dónde ir.
“Mente positiva” repito en mi mente. Al ingresar al lugar, sabes que antes de hacer cualquier trámite debes pagar primero. Haces la cola respectiva. –“No es muy larga” –pienso. Me apoyo en la pared porque las piernas las siento cansadas. Miro el reloj y han pasado 15 minutos. –“Esta tipa está haciendo vida social o qué?” –pienso mientas miro la caja.
A un paso más lento que una tortuga embaraza nos vamos moviendo. De repente un tipo se acerca ofreciéndome su boucher de pago. Según el guardia de seguridad de su costado los documentos que solicitaba no se encontraban en la ciudad por lo que tenía que hacerlo en otro lugar y por no perder esa plata quería que yo le devolviera lo gastado y así yo pasar con ese boucher a pedir mis documentos deseados.
Ante mi duda, el tipo ofreció el tan preciado boucher a otras personas. Una de ellas, “La mamita” como le decía el tipo, fue la elegida. Salió de la cola de pago y se fue a la cola de recepción, la cual también era inmensa.
Me paraba de costado, apoyado en una pierna, contra la pared, cruzado de brazos, por momentos hasta me estiraba mientras esperaba con ansias que la cola avanzara, pero no importa lo que hagas la cola parecía demorarse más que el concierto de Calle 13 en Lima. Varios minutos y oraciones después pude pagar. No te tomo ni 2 minutos estar ahí por lo que no entendí porque demonios se demoraba tanto la maldita fila.
Mi entusiasmo se fue al tacho al ver la otra fila que tenía que hacer. La tortuga embarazada volvió y mis múltiples poses también. –“Dios, ¡Que estrés!” –pensaba. Lo clásico de las colas es que siempre hay quienes, por no esperar, se meten en la cola o en la misma ventanilla. Algunos son mas sin vergüenzas y no les importa que les griten improperio y medio. Aun así uno que trata de respetar las reglas se jode al esperar su turno.
Casi 2 horas después. Llega el tan esperado turno. Por fin serás atendido. Tus ojos brillan de alegría, te paras correctamente, caminas casi modelando hacia la ventanilla en donde una tipa muy seria y hablando atropelladamente te pregunta que deseas. Presentas tu boucher, te apoyas confiado en la ventanilla con una sonrisa y entonces la tipa te dice: –“Sr. ¿Dónde está el formulario?” –. Internamente oyes el sonido de un “crack” avanzando por todo tu cuerpo. Toda tu confianza se va al diablo y te sientes escurrir en el suelo porque nadie te aviso que había que llenar un maldito formulario.
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