Día 1
Comienzas tu día tranquilo. Te despiertas, te aseas, desayunas, te alistas y sales. Todo está dentro de la rutina diaria. El teléfono suena, mi madre se altera y su rostro se torna afligido. Algo malo había pasado: Mi abuela estaba grave.
Al llegar a la casa de mi abuela, nos encontramos con algunos de mis tíos. Mi madre, la menor de todos los hermanos, se apura en saludar y entra a la habitación. El delicado y pequeño cuerpo de mi abuela estaba inerte en la cama, su apagada voz apenas emite un sonido de dolor. Desde temprano no ha probado bocado alguno y quizás sus quejas eran por hambre, pero aun así no deseaba comer nada.
Al salir del cuarto, se encontraban 3 de mis tíos, con mi madre eran 4 de los 6 hermanos que son en total, cada uno ubicado en un sillón. Empezaron a discutir sobre una solución ante el caso sin llegar a un acuerdo. Quedaron en silencio y la resignación del caso se hizo presente cuando uno de ellos dijo “Hay que estar preparados…”
Las horas avanzan y mi madre con voz firme me dice “Nos quedamos.” La fría noche llego rápidamente acompañada por una fina pero abundante lluvia. El cielo parecía llorar por aquellas almas que sufrían de una impotencia por ayudar a su madre y encontrarle la calma a sus tormentosos dolores.
Día 2
Era ya de madrugada. Me encontraba en el sillón sin poder dormir. Daba vueltas y vueltas. La bulla en las calles eran molestas, la lluvia incluso hacía sonar los objetos que encontraba en su descenso y traía un viento helado. A la par la pobre viejita seguía quejándose. Por momentos se calmaba pero a los minutos volvía al mismo cántico. Resultaba estresante la situación. Trataba de taparme los odios pero ni aun así tuve éxito. La negra noche parecía estar empeñada en mantenerme despierto a toda costa para torturarme con aquellos suspiros de dolor.
Horas más tarde, ya de día, casi sonámbulo anduve por aquella casa que me había visto crecer. Deseaba que todo esto fuera una mala borrachera pero no era así. Poco a poco los hermanos fueron llegando para conversar sobre qué hacer.
El panorama se mostraba tranquilo. La viejita parecía estable. Los hermanos, esta vez 5 de ellos, se sentaron alrededor de la mesa. –“Necesitamos dividirnos tareas.” –dijo el mayor de todos. Entonces comenzaron a crear un plan estratégico para cuando la tragedia sucediera. Poco a poco. Como buitres rodeando y esperando a la carroña, fueron desmembrando sus acciones: –“Yo averiguaré el cementerio…”, “Yo haré el papeleo…”, Yo llamaré al doctor…”–. Solo una pared dividía aquella habitación de donde se encontraba la pobre viejita que, aun con voz agonizante, parecía no ser oída.
Día 3
Para el día lunes ya se había establecido un aprox. del gasto total. Se barajaban algunos nombres entre servicios y lugares. Al margen de ello las vidas de cada uno de los hermanos parecían seguir como si nada malo sucediera. Por algunos momentos algunos signos de preocupación salían a flote pero rápidamente cambianban de ánimo, quizá por no ser pesimista o simplemente porque la vida era demasiado larga para ahogarse tan pronto en un vaso con agua.
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