Estaba sentado en el sillón de mi sala mirando el suelo, apretando los puños y balanceandome suavemente. Los nervios se apoderaban de mi conforme pasaban los minutos. Veía a mis padres conversando y bromeando con normalidad sobre los días que seguirían a partir de hoy, mientras que yo por dentro estaba con ganas de salir corriendo, desaparecer y que me olviden. Me sentía como un niño vulnerable e inexperto que por primera vez salía al mundo. Entonces una llamada entrante a mi móvil interrumpió mis pensamientos y una voz gruesa pero amigable me decía "sal, estoy afuera".