A mis mediados de mis siete años me mudé del Rímac a San Miguel. Los términos en los que se dieron dicha mudanza no fueron lo más buenos. A mi corta edad no entendí que había pasado. Sólo recuerdo -como si se tratara de un sueño- una fuerte discusión previa a mi salida de esa casa, demasiado llanto y el sentimiento de rechazo a dejar mi hogar, mi familia, mis amigos, mi mundo…