Extraños los días en los que no tenía nada que hacer más que sonsear por internet o cualquier otro lado. Es irónico que ahora quiera no tener nada que hacer cuando hace un tiempo rogaba por estar ocupado, tener responsabilidades, tener una vida más adulta e independiente. Sin embargo, ahora que no tengo tiempo extraño mi vaga adolescencia.
Si antes solo me dedicaba a rascarme la barriga pensando, o mejor dicho no pensando, en qué haré al día siguiente. Ahora tengo que pensar en miles de cosas y dividirme en varias personas para poder cumplir con mis obligaciones y de paso no dejar de lado mis actividades cotidianas. El trabajo y la universidad consumen la mayor parte de mi tiempo fuera de casa, sin olvidar dejar de lado mi caótica vida amorosa, la cual trato de joderla pese a los constantes traspiés que inconscientemente protagonizo, tal cual fuera una venida a menos comedia amorosa. Es cierto, hasta para cagarla es necesario contar con tiempo.
Mientras eso ocurre en los exteriores de mi ceno familiar, ahora, cuando estoy en casa ya no dedico mi escaso tiempo a ver mis series favoritas (ya hasta olvidé que cosas veía), gestionar el fan page del club de asiduos fans de JA, escuchar música, ver videos, leer libros y –cómo se habrán dado cuenta- escribir sonseras en este pandemonio de blog que tengo. Ahora parte de mi tiempo está centrado en atender las labores hogareñas, mismo Tony Micelli en “ Who’s the Boss?” pero en una versión más chusca producida por Efraín Aguilar. He caído en tal posición debido a que mi madre, ¡oh madre mía!, sufrió una fractura en el pie que le impide movilizarse, tal cual bailarina de ballet, y realizar sus actividades cotidianas para tristeza de ambos.
Debo decir que ahora, como amo de casa interino, tengo un mayor respeto por las labores que las madres realizan en el hogar. Como dice mi madre “las labores de la casa nunca acaban”. Si no es porque hay que sacudir el imprudente polvo casero, ya está el cerro de cosas de la cocina para lavar, o las secas plantas por regar, o dar de comer y limpiar lo que ensucia el perro, o los montículos de ropa sucia en el cesto para lavar, tender y posteriormente planchar. Ni que decir de hacer las compras y los pagos mensuales. Para cuando termina el día y crees haber acabado las labores del día, el impertinente ciclo vuelve a empezar, el tiempo comienza a escasear y así, con sueño y todo, debes seguir adelante, mientras internamente ruegas a todos los santos la pronta mejoría de tu madre.
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Tiempo es una palabra que empieza y que se acaba; que se bebe y se termina; que corre despacio y que pasa deprisa.
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