sábado, 25 de abril de 2015

Me escribiste

La última vez que te escribí fue hace dos años más o menos y fue para decirte “Feliz cumpleaños” (Claro que lo recuerdo). Desde el momento que teclee esas palabras, sentí cómo un calor se formaba en mi interior y se iba exteriorizando hasta formar una boba sonrisa en mi rostro. Las expectativas por tu respuesta me hicieron volar. Sin embargo, al no encontrar respuesta, llamé un par de veces sin éxito. Varias hora después, y con el corazón en la mano, solo respondiste con un seco “Gracias”. Aquel día me sentí un estúpido (de nuevo). Baje la cabeza, tiré el celular por cualquier lado. Al día siguiente cambie de número y nunca más volví a saber de ti.

Me encontraba en la oficina. Acababa de regresar de comprar y me puse a revisar mi trabajo de la universidad. En medio de mi investigación, me di cuenta que había una ventanita parpadeando en mi correo. Al ver tu nombre, todo el mundo se paralizó. Sentí que ya nada importaba y me apresuré a ver qué me habías escrito. Un claro y puntual “Hola” me puso nervioso. “¿Debía contestar?” me pregunté. Mi mente me decía que no. Eso significaría volver a retroceder en todo lo que había avanzado y hecho por olvidarte, a ti, mi amor incondicional.

Fue en un momento que bajé la guardia (como siempre) que mis manos teclearon una respuesta a tu saludo y comenzó la conversación. Mientras esperaba que me volvieras a escribir la ansiedad empezó a corroer mis entrañas. Carajo, pese a los años aun tienes ese efecto en mi. Pensaba que te había superado pero esa frustrante sensación remarcaba muy bien el poder que aun tienes sobre mí. ¿Cómo conseguiré superarte y sobretodo olvidarte del todo?

Tras el saludo, me llamó la atención que lo primero que me preguntaras sea por mi “WhatsApp”. Vaya forma de preguntar por mi nuevo número de celular. Pensé dos veces antes de responder eso. Opte por irme por la tangente (como tú siempre lo haces) y no darte nada. “Miren quien se volvió tecnológico”, señalé. “Hace tiempo, ¿ya no te acuerdas?” refutó. Esas palabras hicieron eco en mi mente. “Carajo, se acuerda que la primera y última vez que le escribí por su cumpleaños fue vía WhatsApp” Algo se me encogió en el pecho y tuve ganas de salir huyendo de la oficina e ir a su encuentro.

Quizás te diste cuenta de mis intensiones esquivas por lo que después de unos minutos te esfumaste sin decir más. La desesperación por ver una pronta respuesta tuya empezó a consumirme lentamente. Quería volver a despertar el interés en ti sin importar el costo. Solo tu tienes ese efecto tan tóxico, adictivo, consumante pero a la vez tan liberador. Eres mi talón de Aquiles, mi debilidad pero a la vez mi droga favorita, por la que estaría dispuesto a perder todo con tal de tenerte en mi vida para siempre. Por eso seguía mirando la pantalla con la esperanza vana de que te volvieras a conectar, pero no. Te fuiste (otra vez) dejándome con una sensación de vacío, con la melancolía en el corazón y sobretodo con la mente hecha mierda.

[***]
No fue fácil tomar la decisión de dejarte atrás pero lo hice por mi salud mental. El solo oir tu nombre me desarmaba y me desarrolaba un cuadro depresivo. Han pasado unos días desde aquel momento en que me volviste a escribir y con la mente fría puedo decir que no quiero volver a caer en eso. Sin embargo, no se cuanto me dure esa cordura para no correr a llamarte y entregarte todo para que me vuelvas a hacer mierda. 
 




Acerca de Giancarlo
Soy un poliedro lleno de aristas, rincones, luces y sombras...
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