Uno de mis grandes problemas es cuando pienso demasiado las cosas. Pienso en cómo será mi día de trabajo, que tendré que hacer en mi tiempo libre, en qué gastar mi plata, en que si debo o no comprar cosas innecesarias, en qué si alguna vez me casare, tendré hijos, en como llamarlos y educarlos pero sobretodo en como mantenerlos. Pienso además en que si escogí la carreta correcta, si mi trabajo es el adecuado, si debería renunciar, pero luego ¿qué haría? En sí pienso mucho en mi futuro, en mi presente y mi pasado. A veces creo que he cambiado mucho y que es para bien pero otras veces una parte de mí, muy recóndita, anhela mi yo anterior. Reflexiono sobre ello mucho. Sin embargo, en medio de todos mis catárticos pensamientos, pienso en “Azul”. Después de todo lo que ha pasado su imagen me acecha hasta en mis más profundos estados de inconsciencia.
Recuerdo que desde pequeño siempre he sido muy analítico. Como si fuera un especialista, analizaba los pro y contra de mis acciones. De cuánto me podría afectar si hiciera esto u aquello. Siempre he sido muy meticuloso con las cosas que hago. Todos mis movimientos estaban fríamente calculado, nada era casual y si así parecía, era porque yo le hacia creer a los demás que las casualidades existían, pero no. En mi vida casi no existe nada al azar. Quizás sea una manía, un trastorno o simplemente un mecanismo de defensa. Lo que sí se es que siempre he sido así.
A veces he pensado en ir al psicólogo para que esta vez el objeto de estudio sea yo, pero el hecho de descubrir que podría sufrir de algún trauma irreversible me asusta un poco. Por un momento me distraigo con algo como un gato con un ovillo de lana pero eso no dura para siempre ya que mi analista cerebro empieza a tejer mil y un enredos de los cuales no puedo zafar. Pienso en dejar de pensar pero mientras lo pienso me doy cuenta que sigo pensando y quiero por una vez no pensar en lo que debo o no pensar.
Mi cerebro es un profundo mar lleno de tormentas, huracanes, maremotos, aniegos y algunas precipitaciones con momentos de densa nubosidad. Sin embargo tiene momentos en que los rayos de sol logran filtrarse iluminando el panorama e hiriendo mis ojos. Es en medio de toda esa brillante luz es que veo a “Azul”. Sus ojos, sus labios, su cuerpo, su piel, su tacto, su respiración, su dulzura. Todo su ser me da paz y felicidad. Su aparición en escena me hace sentir bien, entonces una serie de preguntas me invaden pero sobre todo una resalta en medio de todas: “¿Esto es estar enamorado?”.
Hoy me desperté con el sinsabor de sus labios en los míos. Abrace mi almohada lo más fuerte que pude y me quedé mirando al vacío y pensando en por qué después de casi medio año seguía teniendo estos sueños, estos pensamientos y sobretodo esta desesperada sensación de correr hacia sus brazos y robarle un profundo beso y jamás despegarme de su lado. Quedé un buen rato con la miada perdida hundiéndome poco a poco en mis pensamientos. Una sensación extraña me hizo buscar mi viejo teléfono en donde tenia una innecesaria y extensa lista de contactos.
Busque en uno de mis cajones de mi velador y lo encontré. Encendí el móvil y entonces a los segundos me llegó un mensaje acerca de una llamada recibida de un número desconocido durante la madrugada. Cogí mi nuevo móvil (número el cual solo se lo he dado a algunas personas, pero en el que aun mantengo la antes mencionada lista contactos) y busque el susodicho numero telefónico. Aquel juego de dígitos no coincidía con ninguno en mi agenda y eso hizo que mi curiosidad se activara en modo “Hard”. Recordé entonces que una vez Azul me había llamado algunas veces durante la madrugada, entonces mi sexto sentido me aseguró que la llamada que había recibido era de “Azul” pero existía una posibilidad que se tratara de alguien a con quien on quería volver a ver: mi ex. Entonces ideé un plan en cuestión de minutos para descubrir a este llamante anónimo.
Cogí el móvil de mi mamá, marque el desconocido número, hice gárgaras para engrosar la voz y espere a que contesten. Después de casi cinco timbradas me contestaron. Escuche una voz media dormida y no tan clara. Mi instinto me hizo preguntar por “Azul” de primera instancia y casualidad o no resulto ser así. Mi Azul me había llamado durante la madrugada que la había estado pensando, imaginando, tocando... Por unos minutos conversamos como si de dos viejos amigos se tratara. Existía una cierta comodidad –por mi parte- cuando hablábamos, que jamás había sentido. Entonces inconscientemente dije “puedo verte”. A lo que rápidamente me respondió afirmativamente. Una alegría me invadió porque al margen de vernos sabia que esa seria una oportunidad para poder sentir su tacto, sus labios y sus abrazos. Sin embargo todos mis pensamientos e ilusiones se derrumbaron cuando me dijo que la fuera a buscar a partir de las 6:00 pm, ya que tenía planes con un supuesto “amigo”, del cual evitó responderme cuando le pregunté si se trataba de su enamorado.
“Te veo otro día que estés libre mejor” le respondí. Sin embargo me insistió para que fuera a su encuentro pero mi cerebro ya estaba contaminado con horrendas imágenes de “Azul” con su novio divirtiéndose y yo como un huevan esperándole a que se digne a venir. “los terceros salen sobrando” le dije. “Ya nos vemos otro día” añadí y colgué, no sin antes advertirle que el numero del celular del cual le estaba llamando no era mio.
Caminé hacia mi cuarto, me tiré sobre la cama, hundí mi cara sobre la almohada y pensé en todo lo que había pasado. Analice mis sueños, su llamada, su voz, cómo sería su supuesto amigo, a ambos en el cine viendo la película o peor aun sin verla y besándose, tocándose. Pensé y pensé hasta que mi cerebro empezó a segregar materia. Pese a estar agotado había algo que no dejaba de pensar y era que ¿qué hubiera pasado si no hubiera buscado mi antiguo celular?, no hubiera visto su llamada, no hubiera tratado de averiguar de quien se trataba y no me hubiera topado con “Azul” y su amigo. ¿Eso hubiera sido lo mejor?
domingo, 20 de julio de 2014
Creo que pienso demasiado
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Acerca de Giancarlo
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